lunes, 5 de julio de 2021

XX Conferencia Científica sobre Arte y Cultura

II Simposio Internacional sobre Poéticas del Arte Danzario

ISA
Universidad de las Artes
La Habana, Cuba




El canto de un andar

Alberto Carvajal
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco
Ciudad de México
carvajal@correo.xoc.uam.mx 

 
Resumen

El presente texto es un breve avance de un primer material registrado en Guantánamo con la entusiasta participación de los bailarines y músicos de la Tumba francesa Pompadour-Santa Catalina de Ricci.  En la primera parte intenta ubicar una cartografía de las condiciones sociopolíticas y culturales que hicieron posible la preservación, renovación, difusión y reconocimiento de las prácticas danzarias afroantillanas en Cuba en las décadas posteriores a la Revolución. Los testimonios registrados, si bien confirman con creces este marco de posibilidad, logran también mostrar aquello de lo que están hechos estos cuerpos, de un potente movimiento que, al trasuntar épocas, especialmente aquella la de la gran esclavitud, que bien podría responder a la pregunta ¿qué cuerpo soy? avanzan tras un vaciamiento de la historia tal como ha sido contada desde la hegemonía Occidental y toman orientación de la mano de otra ¿qué puede un cuerpo?  Orientados también por ella, llegamos a un experimento, colocar en un portaobjetos danzario posmoderno al movimiento de caleidoscopio de los cuerpos visitados en el oriente cubano. 

Palabras clave: Tumba Francesa, cuerpos afroantillanos, danza posmoderna


Abstract

This text is a brief preview of a first material recorded in Guantánamo with the enthusiastic participation of the dancers and musicians of the Tumba Francesa Pompadour-Santa Catalina de Ricci. In the first part, he tries to locate a cartography of the socio-political and cultural conditions that made possible the preservation, renewal, diffusion and recognition of Afro-Antillean dance practices in Cuba in the decades after the Revolution. The recorded testimonies, although they more than confirm this framework of possibility, also manage to show what these bodies are made of, of a powerful movement that, transcending eras, especially that of the great slavery, which could well respond to the ask what body am I? they advance after an emptying of history as it has been told since the Western hegemony and take guidance from the hand of another, what can a body do? Also guided by her, we arrived at an experiment, placing on a postmodern dance slide the kaleidoscope movement of the bodies visited in eastern Cuba.

Keywords: Tumba Francesa, Afro-Antillean bodies, postmodern dance

Introducción

Es el movimiento de los cuerpos lo que inspira estas líneas. Movimiento cuya potencia está hecha de una multiplicidad  de conexiones con la posibilidad, cada una, de transformar tanto al movimiento, como a los cuerpos que lo ejecutan hasta decodificar las claves de los flujos de su materia, de las intensidades que los recorren, de los tiempos que lo habitan y en los que habitan y convertirse, hacerse, ellos mismos, movimiento… danza. Es así que en una visita a Guantánamo ubico, o mejor dicho, se mostraron, cuerpos afrocaribeños, ora danzando, ora percutiendo, ora sonando testimonios, participantes todos de la Tumba francesa, que, al poner en relación a tres continentes, podrían permitirnos construir una lente proustiana, fino objeto danzario posmoderno, y hacer visible  una posible decodificación, una más, que procure, esta vez, a una mirada occidentalizada, discriminante, revelarle en el diáfano caminar cotidiano espontáneo e instantáneo de los cuerpos afro-, en tanto acontecimiento  y potente interpelación  a ese armado tricontinental cuyo tejido secular ha desenlazado en la construcción de una realidad, la nuestra, que se nos impone y, sin darnos cuenta, de manera fragmentaria y sutil, ostensible y a la vez invisible a nuestro pesar, no dejamos de defenderla.

En esta ocasión avanzaremos un tramo de ese recorrido. Haremos una breve y fragmentaria lectura  orientados por los sonidos rítmicos extraídos a los participantes de la Tumba Francesa Pompadour-Santa Catalina de Ricci de Guantánamo, a fin de ubicar algunos tramos dentro de una cartografía signada -y que no es poca cosa- por la preservación, renovación, difusión y reconocimiento, a partir de la Revolución, de sus practicantes en contra de la discriminación, de cosmovisiones afroantillanas, ejercidas otrora de manera local y soterrada, y en la actualidad de forma abierta en festivales en los que se aprecia las potentes prácticas danzarias, musicales y lingüísticas. Tramos, decíamos, que nos podrían permitir una lectura de algunos movimientos corporales cotidianos transmisores de lo que fue la racialización hegemónica de los cuerpos, su vivencia e interpelación actual a un statu quo y el continuum de la poiesis de sus transformaciones. 


El movimiento, temblor, danza, …interpelación

27/02/13 (Diario de Campo) 
Ana Vivian García Tobiao. Maestra de danza. 
Mi objetivo principal es mantener fundamentalmente las raíces, lo más genuino de la Tumba, sus bailes tradicionales tal como son, porque ellos son un grupo portador de tradiciones en la provincia, con 107 años que va a cumplir, la labor es mantener esa tradición en la formación de niños y de quienes pertenecen a la Tumba por generaciones y que se mantenga ese status en tanto Sociedad con su Presidenta, su Reina, los composés, mantener los pasos tradicionales, tal y como son sin acomodar influencias de otras manifestaciones danzarias, sino Tumba…
 
La creación de la Tumba de Guantánamo se enmarca, muy posiblemente, en lo que se documenta fue la segunda importante oleada de migrantes antillanos, la mayoría haitianos,  que arriban al oriente de la Isla de la recién independiente República de Cuba.  Se trata de trabajadores agrícolas que llegaron para el corte de caña y la cosecha de café. A pesar de que el propósito era regresar a los lugares de donde provenían e incluso, aunque muchos de ellos fueron expulsados de la Isla de manera sumaria a causa de la recesión económica en la década de los 30,  hubo un porcentaje de migrantes haitianos que se quedaron en Cuba refugiados en la Sierra Maestra.  Nadie migra solo. Junto a estos cuerpos llegaron fragmentos de la antigua Saint-Domingue; tramos de la vía barbárica por la que fueron traídos a rajatabla del continente africano, sobrevivientes de ese 40% de cuerpos que se quedaron en el brutal trayecto,  y, sobretodo llegaron con los cuerpos haitianos, paisajes sonoros poderosos del África. Generaciones de magníficos y pobres sobrevivientes que lograban cultivar en los terrenos más agrestes, en espacios reducidos, machete en mano, como su única herramienta. 
Ese vaciamiento de historia, ese saber hacerse a las condiciones extremas y adversas, permitió la fabricación de cuerpos desapegados de una cierta materialidad mundana, quizás propia de Occidente, y a la vez munidos con un ímpetu de ir con el movimiento de la locomotora de la realidad. Condiciones de vida sin expectativa, sin mañana, sin ninguna garantía, parecen haber preparado cuerpos para el inmediato y fugaz presente, haberles generado un hambre clorofílica de estar en un adentro de la vida, de esa sencilla que transcurre eficaz a pesar de todo cronómetro, de la vida sin más. Cuerpos diezmados y a la vez orgullosos de su resistencia-tierra. 

07/03/14 
Puerto Príncipe 
Los cuerpos que caminaban en la calle, en la plaza, tenían un denominador común. Se mostraban altivos. Todos caminan con un garbo que impacta. Es un pueblo y un lugar muy pobre, con muchas carencias.

Una persona cuenta:
Los haitianos me enseñaron muchas cosas. Había un haitiano en la finca que nos llevaba al campo a trabajar, entonces me ponía hacer a mí, viandas… hasta calabaza me enseñó a hacer. El recogía, verdolagas, y retoño de malanga… el le echaba un poco de ese toc-toc, y teníamos la vianda asada, aprendí a asar y a juntar candela con un pedacito de brasa, porque hay un producto que le dicen ton, el palito podrido ese, eso le da mucha vida a la candela, (…) era una jornada larga en el campo de caña, y para aprovechar el trabajo hacíamos té de ajengibre. Freíamos una fritura de harina o de cualquier cosa, le echábamos boniato y lo dejábamos ahí, en la mañana se pelaba, sí se llevaba con el té, desayunábamos boniato asado y el té de ajengibre.  Yo ahora me encuentro en cualquier lugar y nada me es difícil para vivir y entiendo que conociendo un poco de esta tierra y un poco de aquella, se 
La cosmovisión mostrada en estos haceres y otros como la danza del vudú,  que, de lo abyecto considerada inicialmente, pasó a ser valorada desde una perspectiva eco-estética étnica. 
Así, es en este conmovedor horizonte que la Tumba Francesa recupera lo que destaca Vivian, una historia, raíces, y a la vez su vaciamiento y su generación rizomática, para ser colocada en el paisaje colonialista en tanto radical e invisible interpelación: “Hubo una pequeña casta privilegiada: capataces de cuadrillas, cocheros, cocineros, mayordomos, mucamas, enfermeras, mujeres de compañía y otros sirvientes domésticos. Estos pagaban el buen trato que recibían y su relativamente fácil vida con un fuerte apego a sus amos, lo que les ha permitido a los historiadores ingleses tory, a los profesores eméritos y a los sentimentales, representar la esclavitud de plantación como una relación patriarcal entre amo y esclavo. Permeados los vicios de sus amos y amas, estos sirvientes encumbrados se sentían superiores y despreciaban a los esclavos en los campos. Vestidos con las sedas y brocados desechados por sus amos, daban fiestas en las que, como monos entrenados, bailaban el minué y la cuadrilla, y hacían reverencias a la manera de Versalles” (James, 2010:13). 






De cómo un movimiento se hace lazo social

El trayecto recorrido por las prácticas danzarias afroantillanas en pos de su reconocimiento y el lugar que tienen en la vida cultural, social y religiosa cubana actual ha implicado el concurso de varios vectores.
La incorporación de los grupos afroantillanos, entre ellos los haitianos, en los proyectos de desarrollo y expansión de los servicios sociales que emprendió el gobierno después de la Revolución. En este marco, se les otorga la ciudadanía y así acceden junto con sus familias a los beneficios sociales. 
A través de la folklorización de las prácticas artísticas y religiosas se fueron dando las condiciones para la formación de grupos de baile, bandas musicales, festivales de cultura. Desde los 70s y más aun en la década posterior se genera un interés de acercarse, estudiar e incorporar a las comunidades rurales y haitianas. Es el caso de la experiencia de la Casa del Caribe en Santiago fundada por Joel James Figuerola y después a cargo de Antonio “Toni” Pérez Martínez, graduado en la Escuela Nacional de Arte en 1971, quien en una entrevista  previa a una presentación, declara ante un cuestionamiento: ‘Si, pero esto es una cosa haitiana, ¿podemos llegar a La Habana con esto? Esto es cultura haitiana y no tiene que ver nada con nosotros’. Respondió: ‘¿Cuál es nuestra cultura? O sea, ¿quiénes somos?’ Y, al referirse a la presentación dijo: Tremendo éxito en La Habana. Nos presentamos con el gagá, un baile haitiano y chancletas, un baile local del campo.   
También esta incorporación queda destacada en el trabajo de la etnomusicóloga Katherine Hagedorn quien observa que el Conjunto Folklórico Nacional fundado en 1962 eleva a la herencia afrocubana de comunidades marginales al nivel de símbolos nacionales (2001). Así, el abanico coreográfico va de la rumba a rituales religiosos afrocubanos. Tal que las puestas en escena de prácticas espirituales afrocubanas no ocurren sin desmedro de estas. Con ello la Revolución logra valorar la multiplicidad de cosmovisiones que habitan en la Isla.
Los graduados de las academias de arte, como la Escuela Nacional de Arte (ENA), como veremos en los encuentros con los artistas de la Tumba en Guantánamo, munidos de una formación en danza moderna, teatro y técnica, desarrollan actividades culturales por toda la Isla. Como Vivian, fueron designados ya sea como productores, directores y coreógrafos para los grupos y compañías folklóricas. El proceso de reconocimiento e incorporación se realiza a cielo abierto, ahí donde las cosas suceden, en cada presentación. Las artes escénicas se convierten en una profesión, músicos profesionales, bailarines y coreógrafos transitan a ser reconocidos como empleados asalariados del Estado. Es en este sentido que han confluido diversas instancias: Ministerio de Cultura, Unión de Artistas y Escritores (UNEAC), y administraciones municipales y cooperativas artísticas y sociedades, como recalca la presidenta de la Tumba guantanamera. Al respecto podríamos anotar que este es el movimiento que observamos y registramos en nuestra visita a Guantánamo. La Tumba agrupa a aficionados de larga data, aficionados que la conforman de generación en generación; descendientes de familias cubano-haitianas que participaban de alguna manera en la sociedad de la Tumba y, músicos y bailarines formados académicamente. Los dos primeros grupos son reconocidos como portadores de tradiciones, transmisores de un patrimonio cultural. De esta manera, a través del arte, florecieron diversas y ricas expresiones artísticas. Cuba ha logrado demostrar que una sociedad distinta es posible.
Un vector más es la extensión de estas prácticas en diversos festivales (Cfr. nota 14) en Cuba como en el extranjero y con ello el reconocimiento y valoración son innegables.


Sonidos de eso social en movimiento

La breve estadía en la Loma del Chivo (febrero-marzo, 2013), barrio ubicado como peligroso a decir de las personas que viven en la zona pasando la línea del ferrocarril hacia el centro de la ciudad, cuestión no menor, supongo, a propósito de la investigación que convoca estas líneas, la discriminación. La breve estadía fue horrible como el amor que le tiene a la Tumba, Freddy. 

01/03/13
Fredy Fernando Brooxs
Bailador principal
La Tumba me priva, me encanta. Donde vaya la Tumba voy yo. Siento un gran amor a la Tumba (me enseña una credencial, la de la Asociación Nacional de Sordos de Cuba, es miembro de dicha asociación). El amor que le tengo a la Tumba es horrible (antes dijo que comparte su experiencia y ha enseñado a otros, también ha visto partir a unos, pero el siente que puede seguir pues desde niño no ha dejado de bailar). Yo estaba jubilado por enfermedad, y entonces tuve que renunciar a esa chequera porque no resistía me iba a dar algo, pensando que la Tumba tenía que moverse y yo no. Y entonces me dirigí al Ministerio en La Habana y hablé con el Ministro antes de cambiar la vena (¿?) y entonces yo voy a donde vaya la Tumba… soy feliz, saber a donde vaya la Tumba voy yo…

Al transcribir estos sonidos de músicos y bailarines de la Tumba entro en la cuenta de lo planteado en los parágrafos anteriores, y pareciera que aquello que me fue confiado en la Loma del Chivo no hace más que constatarlo, sin embargo, son sonidos de cuerpos reverberantes que sudan, que se mueven en toques y en pausas del frenté, en el caminar de nube del yubá, en la deslizada ironía del masón, y muestran la orfebrería de sus movimientos, la carne de eso que llamamos social y las metamorfosis corporales.

Ricardo
Percusionista de catá y premier
[cuando toco el premier] siento una emoción inmensa, empiezo a improvisar y a crear nuevos toques y siento algo en mí, un sueño que de muchacho yo siempre quise estar aquí, tocar el premier es una sensación, yo he visto en los años que llevo aquí, tocadores de premier, había uno que nosotros le decíamos el mudo, ahora no me acuerdo el nombre, (señala una fotografía, una de las que hacen pared, continente de cada paso básico, de cada canto deslizado, de cada toque cuero firme, de cada sentirse adentro, de cada latido percutido-tierra) bailaba y tocaba que eso era una maravilla, yo me quedaba emocionado, lelo así, mirándolo, el era tartamudo, escuchaba pero tartamudeaba, no hablaba bien, el enseñó al otro compañerito mío que toca premier… el le enseñó, yo aprendí, casi prácticamente casi solo, escuchando, y después me perfeccioné un poco más con mi compañero Chicho que empezamos a hacer talleres y eso, y gracias a eso me fui perfeccionando y aprendiendo sobre la base de cada toque, de cada ritmo, fue como… eso hay que llevarlo, eso tu tienes que sentirlo para poderlo tocar, sentirlo muy adentro, hasta que sea tuyo…

Y poderlo tocar hasta transformarse, hasta que otras manos, otros pies, otros cuerpos idos, otras épocas que no dejan de sonar, que tocan y bailan en el aire, vistan los cuerpos presentes 
El materialista histórico se acerca a un asunto de historia únicamente, solamente cuando dicho asunto se le presenta como mónada. En esta estructura reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer, o dicho de otra manera: de una coyuntura revolucionaria en la lucha en favor del pasado oprimido (Benjamin, 2021 [1955]).

Juan Pablo
Percusionista de premier
…se me reventaron todos los dedos de la mano, fui para Bayamo, empecé a tocar y veo el tambor lleno de sangre, alrededor de los lados, eso nunca se me ha olvidado, me asusté, los compañeros nuestros se asustaron, estaban qué pasó, qué pasó, qué tienes, no sé, en la mano no tenía nada, ya terminamos la actuación y me atendieron, fue una cosa así, no sé, fue en el frenté, ahí mismo, eso no me había pasado nunca, y los compañeros [decían] qué tienes, y seguimos tocando… me quedé pensando, qué habrá pasado… estaba tocando en medio del espectáculo, imagínate tú, el mayor espectáculo… mira el mudo falleció antes y aquí en Bayamo, mira como se reventaron, eso me llamó un poco la atención, éramos tan apegados… mira te toca, así… entonces hay una compañera mía me dice, es el mudo… el tocaba este instrumento también, tocaba el premier, y la compañera de trabajo me decía, es el mudo, es el mudo… era un evento que mira la gente estaba así (y muestra con los brazos la cantidad que había en el lugar), yo tenía como 18 o 19 años, tenía poco de haber entrado, es la fiesta de la cubanía, en octubre… así se llama el evento que hacen allí en Bayamo, y adentro del mayor espectáculo. Eso fue un impacto, me quedé privado, como 15 segundos asustado, reaccioné rápido porque había que seguir tocando… fue mi maestro, me enseñó bastante… fue mi maestro, lo que sé se lo debo a él.

Adonis Bodojeyá Pérez
Músico del bulá
12:40 tengo treinta años, entre a los 17, para mi la Tumba Francesa para mi es… y moriré con ella, cuando toco lo incito al canto, …cuando toco el bulá, es una cosa que siento por dentro, el me anima y yo lo animo. La cosa fluye. Es una transmisión de ambos lados. Mi abuelo paterno vino de Haití. En Yatera en el año 84, entramos por un cementerio abandonado. Fue un orgullo para mí haber ido a ese secadero a tocar aquella Tumba, secadero de café …los negros hacían su fiesta en el secadero y nosotros hicimos la fiesta dentro del secadero.

en este teatro donde una vez el grandísimo cronopio Nijinsky
descubrió que en el aire hay columpios secretos y escaleras que llevan a la alegría. Julio Cortázar

Bailadora principal del yubá
Aquí había una reina que yo le dije que no se podía ir y llevarse lo que ella sabe… tienes que enseñarle a la gente… cuando bailaba yo me ponía a mirarle a los pies, ella se daba cuenta y ya me cambiaba el paso, …tenía un pasito que parecía una máquina de coser, y me quedaba mirando, mirando, hasta que le copié el paso, el yubá, esas piernitas bailaban que parecían plumas, esa viejita bailaba que parecía que estaba bailando en el aire, con sesentaipico de años, esa señora bailaba y parecía una plumita.

Los cuerpos con el movimiento mutan, con el sonido se transforman, con el silencio producen espacio, y así, optan por una ductilidad transmisora del flujo intersticial, la danza esculpe siluetas de la argamasa social, hace de ésta, una silueta. 

Bailarina principal
Baile yubá
A mí lo que me gusta es bailar, bailar y bailar, a mi lo que me gusta de la Tumba es bailar, esta es mi vida, cuando yo bailo me transformo, …aquí me enseñaron a ser más humana, cuando tenemos un problema la presidenta nos reúne y si hay que darnos un dinero para ayudarnos, ella lo hace… (¿qué es lo que hizo que te decidieras a entrar a la Tumba Francesa?) en esos tiempos me habían matado un hermano y yo había caído en una depresión muy rara, entonces un compañero me veía llorando cada vez que iba a la casa… vamos a llevarte a la Tumba Francesa para que tu te distraigas, yo venía y me sentaba y cada vez que veía a la gente bailar me transformaba, entonces le dije a la presidenta que yo quería entrar… y un compañero me presentó y aquí estoy sentada.

Amado González Durrutín 
Composé
…la Tumba es la vida mía. (…) Para ser composé se necesita no tener pena de cantar públicamente (dice que cuando estuvo en el Zaire escuchaba la radio y aprendió el creol, también sabe el patuá, dice que el abuelo fue presidente de una Tumba) …saber la letra de los cantos, a qué se refiere, si cuenta una anécdota, un paisaje, entonces uno componer un canto …todo es alegría, todo es buen corazón, le ayudamos uno al otro, …la tumba cuando uno la siente, le entra al corazón a uno y uno se siente contento… a veces cuando estoy cantando y oigo a éste que está tocando, oh cosa linda! cuando el Premier está repicando como es, digo oye, estoy en mi casa. Hay mucha gente que dice, quiero estar en la Tumba, no es que lo sienten de corazón porque esto es una cosa que hay que sentirla de corazón y hacer las cosas sin ningún tipo de interés, que sea de corazón todo, cuando uno hace las cosas de corazón, todo sale bien.

Juan Pablo
Percusionista de premier
1:06:30 tocando el premier me siento bien, en el baile hay un enfrentamiento entre el premier y el bailador principal, el frenté (premier y bailarín) me eriza el cuerpo… esa parte del espectáculo, mientras el realiza pasillos, yo improviso, lo mío es improvisar los pasillos que el marca, mientras más el improvisa yo más (y hace el ademán y el sonido de la percusión)… seguirlo, el hace los pasos como quiere y yo le sigo y hay un momento en el que me salí completamente, como son pasos tan rápidos a veces no da tiempo para sacar rápido… hay que sacar rápido… es bonito.
Al desgranar los testimonios de los integrantes de la TF, logramos advertir una fineza en la apreciación de sonidos, de los ritmos los cuales inaugurarán movimientos, desplazamientos, pasos, rotaciones que pareciera la música convertirse en una brisa o torbellino que dispusiera de los movimientos corporales de manera poética.
Ricardo 
Percusionista de catá
La Tumba Francesa es una danza que maravilla a cualquiera… yo bailo todos los bailes. Vengo de un proyecto donde se bailaba Tumba Francesa, salsa, mambo, mozambique… tenemos un proyecto con muchachos de la comunidad, eramos 5 y uno se fue a bailar con una compañía a La Habana y ahora vive en Inglaterra, el es bailarín, cosas del baile lo aprendí por él. Desde niño me gustaba mucho el baile, la conga, los pasos, los cuadros… Nosotros en mi barrio nacimos con mucha tradición, porque es un foco cultural este barrio donde se toca rumba, se toca changüí, se toca conga, bembé y una serie de cosas que se han perdido, mira hay un ritmo aquí que no es conocido a nivel nacional, hay muchas personas que bailan en soledad, se llama ritmo mará, lo tocamos unos cuantos mayores y cantan canciones… es un ritmo parecido que ni es bembé, ni es rumba, ni es Tumba Francesa, el entrenador (¿?) de ese ritmo se llama Liotó (sic), es compositor de novelas, de changüí… amigo mío, actualmente se encuentra medio enfermo, la danza se baila con lo que va diciendo el cantante, el va diciendo y con las manos en la cabeza (y se mueve al momento que entona el fraseo), 
con la mano en la cintura, bailá mará, 
échate un poquito pa’ tras, baila mará…
baila lo que dice el cantante, al ritmo de la música, baila lo que se le va diciendo. Yo no conozco mucho de ritmo mará, porque lo he visto ensayar a muchachos, ese ritmo he visto que ensayan en una casa que le dicen de los 7 colores, y había compositores, cantantes, pintores, venían una serie de gentes de cultura, y ahí vi que cantaban, pintaban, que hacían escrituras, componían, arreglaban, cuando le pusieron a la casa de los 7 colores y se reunían como en la Tumba Francesa.

También hay otro tejido que se devela en esta experiencia guantanamera, oriental, es este tramo de Isla conectada por el simple vaivén de caderas antillanas, con la antigua Saint-Domingue.
26/02/13
Jean-marie Sánchez Montes
Presidenta de la sociedad Tumba Francesa Santa Catalina de Richie, 
desde los tres años mi abuela cantadora de aquí también, me fue inculcando esta cultura y los valores y la trascendencia que ha tenido en mi familia, no solo mi abuela, también mi bisabuela bailó también tumba francesa, mi esposo y mi abuela ha venido desde Haití, ya ha muerto, tengo una descendencia bastante rica para no querer como la quiero tanto a la Tumba Francesa. También habló que la sociedad es de ayuda mutua y socorro entre sus miembros, cada uno aporta un peso mensualmente a la sociedad, de esa manera puede ayudar a quienes se enferman, se les asiste, y recalca que esa es la función principal de la Sociedad, la ayuda mutua y el socorro entre sus miembros.
Emiliano Castillo Guzmán 
percusionista 
…dentro de las fiestas de Tumba Francesa se hacían las ventas para poder sufragar gastos y para recaudar dinero para la ayuda y para la beneficencia para también enviarle a familiares. (explica que en la época revolucionaria la Tumba Francesa, también como asociación colaboró con los rebeldes) …también para conspirar con el gobierno para trasladarse de un lugar a otro, del llano a la montaña, o de la montaña al llano dentro de la Tumba o dentro de los tambores se llevaban armamento…

Vamos soltando la mano y que aparezcan los trazos en el escenario para una insipiente cartografía

Podemos extraer al menos dos aportaciones con los últimos testimonios, los del vaivén de caderas antillanas: la Tumba Francesa además de pertenecer a una red de servicios sociales, participar en festivales y en un circuito de visitantes turísticos, más la posibilidad de contar con músicos y bailarines formados como el caso de Ana Vivian García Tobiao, maestra de danza, la sociedad de la Tumba Francesa es un espacio donde se hacen músicos y bailarines, y cada uno de los que la componen se convierten en transmisores, no solo portadores de una cosmovisión (tradiciones, cultura, raíces ancestrales, relaciones con el paisaje social abierto) sino en hacedores de las nuevas generaciones. La segunda aportación es la fabricación y consolidación política de tejido social vía la acción cooperativa y autogestiva, veta que le llega desde su inauguración.

Si la danza tiene cinceles de escultor, el objeto danzario puesto a sonar en estas líneas no deja duda de su capacidad creativa, morfogenética. 
Fredy lanza un breve saber corporal porque no resistía me iba a dar algo, pensando que la Tumba tenía que moverse y yo no. Es un cuerpo que en la víspera de su jubilación advierte un cierto quedar fuera, un ya no moverse que la Tumba pone en juego, ese breve saber se convierte en una pausa en un quedarse detenido cual cronopio, en algún escalón de una escalera que ya no está más. A la Tumba le arranca esa posibilidad y el premier -tierra, lo subraya, puede entonces no moverse sin dejar de ser el bailarin principal del frenté. Sabia experiencia que comparte con la bailadora principal del yubá, cada vez que veía a la gente bailar me transformaba, entonces le dije a la presidenta que yo quería entrar… cuando yo bailo me transformo, …aquí me enseñaron a ser más humana, a la ruptura de un lazo (hermano muerto) apela a la danza reconexión, a la danza solidaridad, al danzar ante la adversidad, los cuerpos de la Tumba con ironía y los pies engrilletados  saben de ese movimiento.
…me fui perfeccionando y aprendiendo sobre la base de cada toque, de cada ritmo, fue como… eso hay que llevarlo, eso tu tienes que sentirlo para poderlo tocar, sentirlo muy adentro, hasta que sea tuyo… (Ricardo. Percusionista de catá y premier), o bien, hasta que te conviertas en Tumba. El mismo hablaba de una presentación en Santiago y el gusto que suscitó, nos quedamos maravillados que al pueblo le guste ese tipo de música, los tambores, como se desplazan los pasillos… eso nos hace reflexionar en la Tumba como tal y de trabajar cada día más…  llegué al proyecto de la Tumba Francesa y me ha atrapado, y no tengo ni como salir… La Tumba es resistencia, es ironía, es fiesta, es homenaje, es solidaridad… es casa. 
…la Tumba cuando uno la siente, le entra al corazón a uno y uno se siente contento… a veces cuando estoy cantando y oigo a éste que está tocando, ¡oh cosa linda! cuando el premier está repicando como es, digo oye, estoy en mi casa (Amado González Durrutín. Composé).

Por último, veamos otras pinceladas, igualmente finas que se convierten en herramienta, en un delicado esmeril que extraemos de la experiencia de la Tumba, de los cuerpos afroantillanos que la practican y colocarlos cual experimento en el portaobjetos de la danza posmoderna.
…yo improviso, lo mío es improvisar los pasillos que el marca, mientras más el improvisa yo más (y hace el ademán y el sonido de la percusión) …seguirlo (Juan Pablo. Percusionista premier). Podríamos decir que los cuerpos afroantillanos que se mostraron y sonaron, que se muestran y suenan, están preparados para su vaciamiento de sentido, de historia tal como ha sido contada desde la hegemonía occidental vía una compensación y una reparación humanista. Y mostrar entonces no ¿quiénes son? Sino qué cuerpo son, más aún, avanzar a la pregunta espinociana, ¿qué puede un cuerpo? La vía posible parece mostrar la improvisación, y más aún, cuando Juan Pablo no se da cuenta de sus yemas estalladas.
…componer un canto (Amado, el composé)
 …bailaba y parecía una plumita (Bailarina del yubá)
…cuando toco lo incito al canto (Adonis, percusionista del bulá)
…crear nuevos toques y siento algo en mí, un sueño que de muchacho tenía (Ricardo. Percusionista catá y premier)
…a donde vaya la Tumba voy yo (Fredy. Bailador principal)
Fragmentos que responden a una poiesis ‘horrible’ como diría Fredy. A un devenir en el instante del acontecimiento en sonido canto; en un cronopio pluma; en un alquimista percusión voz; en sonidos sueño; en Tumba ruta.
Y finalicemos con un caleidoscopio.
…se llama ritmo mará, lo tocamos unos cuantos mayores y cantan canciones… es un ritmo parecido que ni es bembé, ni es rumba, ni es Tumba Francesa (Ricardo. Percusionista de catá).
Ese ritmo he visto que ensayan en una casa que le dicen de los 7 colores. 

Cada ínfimo movimiento esculpe un cuerpo ignorado, como cada ritmo que se parece pero que no es, logra escucharse, imperceptible, en la casa de los 7 colores.
Con las manos en la cabeza (y se mueve al momento que entona el fraseo), 
con la mano en la cintura, bailá mará, 
échate un poquito pa’ trás, bailá mará…


Ciudad de México
Mayo, 2021 (segundo año de la pandemia) 

Bibliografía

Benjamin Walter (2021) [1955] Tesis de Filosofía de la Historia, http://www.anticapitalistas.org/IMG/pdf/Benjamin-TesisDeFilosofiaDeLaHistoria.pdf (visitado 27/05/21).
Carvajal Alberto (2021) La sangre negra, alquimia de la discriminación. La danza multicolor de tres continentes, presentado en el Doctorado en Ciencias sobre Arte. Historia, Teoría y Crítica de la Danza, ISA, Universidad de las Artes, La Habana, Cuba.
Cortázar Julio (2021) Louis enormísimo cronopio en Altazor revista electrónica de literatura, Fundación Vicente Huidobro, Santiago de Chile https://www.revistaaltazor.cl/textos-claves-julio-cortazar-louis-enormisimo-cronopio/ (visitado 27/05/21)
Cunningham Merce (1982) Quartets, Paris, Francia.
Guattari F., Deleuze G. (1983) Rizoma, Era, México.
Hagedorn, Katherine (2001) Divine Utterances, the Performance of Afro-Cuban Santería. Washington DC: Smithsonian Institution Press.
James C.L.R. (2010) Los jacobinos negros, Casa de las Américas, Cuba.
Richman, Karen (2005) Migration and Vodou. Gainesville: University Press of Florida. 
Spinoza Baruch (2000) Ética demostrada según el orden geométrico, Trotta, Madrid.
Vidal Grete (2012) El encanto del Vodú: la religión haitiana y el imaginario del folklore en Cuba, Harvard University.
        (2010) “Haitian Migration and Danced Identity in Eastern Cuba.” en Making Caribbean Dance, Ed. Susanna Sloat, Gainesville: University Press of Florida

Obras y documentos

Turner William (1840) Slavers throwing overboard the dead and dying-Typhon coming on, Museum of Fine Arts, Boston, USA.
Roman Roberto (1986) Huellas, Estudios Cinematográficos del Instituto Cubano de Radio y Televisión.
Carvajal Alberto (2013-14) Diario de Campo.

miércoles, 26 de abril de 2017

La magia del fútbol

Alberto Carvajal


La ciudad tenía desde su nacimiento, cuatro patas. Así caminaba por el mundo, daba vueltas, salía de la noche, iba con el viento, hacía historia.
Fue un respiro para los españoles, un oasis en su descomunal furor que valió todo el Potosí, el de Cervantes de la Mancha, el de Don Quijote del Alto Perú, el de los brazos africanos, el del sudor que todos los días bañaba la corona del imperio.
Así nada más, pasaron siglo y medio hasta el grito de las campanas de la independencia que le parecieron por su desenlace, una magra exageración al Libertador.
            Ese grito lo escuchaba todos los domingos a la tarde.
La fila se alargaba por la calle, daba vuelta la esquina, avanzaba lentamente como la tarde que todos los domingos se hacía nata. La alegría mientras, era de fiesta, habían risas, golpes, empujones y la altura de la fila a medida que avanzaba se reducía de una singular manera para no chocar con el brazo del hombre fornido plantado cual roble en la puerta semiabierta: sólo los que estén de este tamaño van a entrar, repetía de vez en tanto, era un aviso que los más creciditos tomaban como invitación para ir poco a poco doblando las rodillas y lograr pasar por debajo del brazo que a fuerza de cabezazos le crecía un codo.
La tribuna infantil era una gloria en las tardes de sol y sombra, y fútbol.
El estadio estaba ubicado en el Morro de Surapata. En esas tardes la ciudad caminaba en una pata y si el partido de fútbol prometía algo bueno, las otras tres se hacían una: la plaza, los balcones, las cantinas, se quedaban vacías. El milagro del fútbol sin televisor ni director técnico, el fútbol, la radio y el juego, eso era lo que importaba, y ahí, mientras, ocurrían los gritos, las patadas y los goles. El medio tiempo era un descanso inigualable. Era el tiempo de la plática, de cambiarse de tribuna, de la sombra al sol, aquella se convertía en un témpano, éste, resultaba una caricia amarillenta que se recibía bien aunque se jugara mal.
Invariablemente faltando diez minutos para el inicio del juego principal, el de las cuatro de la tarde, entraban taciturnos unos cuerpos vestidos de gris. Atravesaban toda la tribuna de sol para ubicarse en un extremo de ésta, cerca de la tribuna infantil. Cada gol, era vitoreado con gran alegría, cada jugada, cada pase. Lo gris se transformaba en la más grande alegría. El estadio se emocionaba ya no más por el juego sino por la alegría sin ton ni son, como lo que define a la alegría, de los de gris: la tribuna de los locos. Habían tardes que nos repartíamos los créditos de emocionar al estadio, así la atención se dirigía a la tribuna vecina, a donde estábamos los niños y los no tan niños.
Ahora debo confesar que la pasión por el fútbol decayó, pero éste hizo aparecer en el horizonte que día a día transito, así, por arte de magia, algo que no estaba, la pregunta por la alegría, y otra más, por lo gris.
Un cierto día, hace ya algunos ayeres, así de repente, mi hija, la menor, me preguntó dónde trabajaba. Respondí con lo que se suele responder a un niño, con algo que ni siquiera uno entiende: en el manicomio.
Preguntas van preguntas vienen. ¿Qué es un manicomio?
Vaya aprieto, en ese momento no recordé lo del fútbol, que quizás hubiera servido de poco; recurrí a eso que se llama hablar, hablar sin ton ni son, mira, le dije, para llamar su atención y dar tiempo a la ocurrencia, es un lugar muy alto, de esos donde viven dragones, es más, cuando llego paso de prisa sin que se de cuenta una tarjeta de contraseña por sus dientes que los hace sonar como reloj, cuando logro pasar…, vi que seguía el relato y continué tomado por el ánimo de lo que iba apareciendo, subo por las escaleras de su columna hasta llegar a una puerta cerrada con once candados. Los abro y..., me detuve por un momento, recordé ese instante que cada día se recrea y cada día es distinto, se trata de una sala habitada por mujeres, al detenerme las vi, me acordé de una de ellas que una vez me recibió con un reclamo: ¿usted cree que esto es justo? decía enojada al momento que me señalaba el antebrazo izquierdo donde podía verse las huellas de que la habían inyectado, ¿usted cree que esto es justo? repetía, aumentando el volumen de la voz, sin atinar qué decirle, mil cosas pasaron por alguna parte, quizás por mis rodillas flexionadas, pensé ¿justo? ¿preciso? ¿justo de justicia? Iba a decirle algo, quien sabe qué, en eso se dio la vuelta y se fue por donde vino y me dejó, ahí justo por donde entré. Luego caí en la cuenta, al contarlo, que de lo que se trataba era de decirme, de dirigir a alguien, eso, eso que le pasaba, sin más pretensión, sin ningún interés, ni siquiera en lo que le pudiera decir, lo dijo sin obligar más que a ser... escuchada, a que se reciba aquello que tenía en la posibilidad de decir. Ese afán de decir algo al respecto de lo que a uno le dicen, allí quedó develado en su inútil pretensión: De lo que no se puede hablar, mejor es callarse y si uno se calla, eso cuenta, cuenta para que el otro... simplemente, cuente.
También, cual estrella fugaz, apareció sin más el momento de una sesión de grupo y la frase de una mujer espigada que respondía a golpes a la mirada que se detenía en la de ella más de la cuenta. Arropada con varios suéteres, uno sobre otro, asemejaba una mujer fornida. Lanzó al final una frase, un dicho: pues, qué se le va a hacer, árbol torcido jamás sus ramas endereza. Frase que recibió de parte mía un exceso: veremos. Trataba de insertar un poco de... ¿posibilidad?  ¿Cuál? si las cosas son así, son así. Fue entonces que se me acercó y con una voz para que la escucharan las demás dijo: usted me está amenazando... El antecedente de los golpes, ...apareció de golpe. Salí de la sala con la sensación de haber tomado a mi cuenta un dicho, cuyo propósito era, es, simplemente ese, ser dicho, he ahí su dicha; tomarlo a mi favor fue un exceso que prendió la amenaza. No se me ocurrió otra alternativa que decirle algo; me dirigí al jardín donde estaba. Al verme llegar se dirigió inmediatamente a mi encuentro con tal vehemencia que no era difícil prever un empellón, a pocos centímetros, salió quien sabe de dónde, una frase, vine a pedirle disculpas, le dije, en realidad no sabía que estaba diciendo, me quedaba claro que tenía que ocurrir algo que algo tenía que detenerse, la respuesta inmediata a la par que modificaba el rumbo de su caminar fue: veremos. Al poco tiempo, al llegar nuevamente a la sala, vi que estaba cerca de la puerta y se acercó y dijo: le pido disculpas.
Algo se detuvo. Después de este evento, continuó asistiendo de manera constante al consultorio.
Pasaron raudos estos momentos cuando llegó una pregunta:
¿Tu sabes qué hacen los que escriben cuentos de hadas?
Después de un breve silencio, con el ánimo que culminara el relato, respondió y preguntó seguidamente
No, no sé, ¿qué hacen?
Las escuchan.
Cuando abro los once candados de la puerta del dragón azul que por dentro es gris, ¿sabes quiénes aparecen?
No, ¿quiénes
Ellas...
¿Las hadas?
¡Ah! Suspiró y respiré
¡Qué lindo debe ser tu trabajo, papá!
Alberto Carvajal
Coyoacán, 15 de septiembre de 2003
 Wittgenstein (L.), Tractatus Lógico - Philosophicus, México, Alianza Universidad, 8ª ed., 1987, p. 203.


La agencia del mal
Alberto Carvajal


¡Si estuviera siempre completamente despierto a partir de este instante, llegaríamos pronto a la verdad, que tal vez nos rodea con sus ángeles llorando!
                                                                                                                     Rimbaud
Hace un alto abrupto en su relato… fija la mirada en un punto, en la nada, donde ella parece encontrar algo, su cuerpo se agazapa ante una circunstancia que cuando llega, llega sin más. Un brazo se pliega, codo a la cadera, y la mano con los dedos engarrotados toma a la vez que suelta un fragmento de algo invisible e inicia un movimiento de arriba/abajo una y otra vez. Me acerco, me siento a su lado para escuchar el sonido que no deja de emitir, un farfullo dirigido a donde su mirada se detuvo. Discute con alguien, parece un evento familiar. Dibujo una pregunta no a su oído sino al espacio al que ella dirige su mirada, es mi hermana, dice sin decir y continúa. Siento estar a su lado aunque no podría asegurar estar en el mismo lugar/tiempo en el que se encuentra el cuerpo de Berta. Sin embargo, tampoco podría negar que tuvo en cuenta algo de mi presencia. Quizás su sonoridad. Ella continúa. El cuerpo agazapado, el movimiento de la mano, la mirada y un diálogo/discusión. Así como llegó el evento corporal, se desvanece. Absorta, se incorpora y sale… alcanzo a decir su nombre sin ninguna respuesta. Escucho decir, déjala. Me doy media vuelta y en el fondo del pequeño consultorio dos personas de bata blanca están en el rincón, asustadas. Me dicen que lo que acabo de hacer es muy peligroso, que cuando alguien está en una crisis convulsiva parcial puede pasar al acto y agredir sin motivo alguno a quien esté en su entorno cercano. Sin poder captar lo que se me decía, aún mi cuerpo estaba en una escena cuyo cambio súbito me dejó trastocado. Berta regresa con la mirada confusa. Dicen que es la etapa de obnubilación posterior a una crisis. De alguna manera comparto la confusión de Berta.

Me prestan mis compañeros de consultorio, dos psiquiatras que aún seguían asustados, un libro de epilepsia. Encuentro que las crisis convulsivas parciales son poco observables pues generalmente ocurren en los ambientes domésticos. Y señala el texto que la persona en crisis puede tomar cualquier objeto cercano y agredir. Sin embargo, casi al final de la descripción destacaba el texto que solo llega a la agresión siempre y cuando encuentre en el entorno alguna reacción de miedo y, como también destaca Frieda Fromm-Reichmann en su Psicoterapia intensiva en la esquizofrenia, en defensa anticipada, ataca. Cuando me acerco a Berta, lo hago con el interés de ubicar en qué y en dónde está su cuerpo, con quien habla y discute.

Unos días antes, hablé precisamente con la hermana de Berta. Al tratar la cuestión de las crisis, de los ataques de Berta, como ella los llama, me dijo categórica que son el termómetro de la situación familiar. Ella ha ubicado que cada vez que Berta entra en un trance así, llamado en la psiquiatría clásica el Sagrado Mal, que entre otros, padecía Dostoievski, Sócrates…. es cuando en casa las cosas no andan bien. Cuando hay alguna discusión, algún conflicto, ella lo siente y nos damos cuenta, decía, tanto de la magnitud como del sinsentido del problema cuando Berta tiene un ataque.

Es que ¿es posible que un cuerpo tenga esa habilidad?
Me recuerda el de Esteban, aquel joven que se iba consumiendo de un mal que a su cuerpo lo iba secando sin remedio.
“Con las costillas, las clavículas, sacadas en tales relieves que parecía tenerlas fuera de la piel, su cuerpo hacía pensar en ciertos yacentes de sepulcros españoles, vaciados de entrañas reducidos al cuero tenso sobre una armazón de huesos. Vencido en la lucha por respirar, Esteban se dejó caer sobre el piso, adosado a una pared, de cara morada, las uñas casi negras, mirando a los demás con ojos moribundos. El pulso desbocado le daba embates por las venas. Su persona estaba untada de una pasta cerosa, en tanto que la lengua, sin hallar saliva, presionaba unos dientes que empezaban a bambolearse sobre encías blancas” (Carpentier, 1979: 37)
Ogé, “médico notable y distinguido filántropo” fue llevado entonces ante la sorpresa de los hermanos Carlos y Sofía. “Quien fuera negro, quien tuviese de negro, era, para ella, sinónimo de sirviente, estibador, cochero o músico ambulante”, y pese a que le recetaron al oído que “todos los hombres nacieron iguales”(íd:38) su constreñido humanismo no le permitía otorgar la posibilidad “que un negro pudiese ser médico de confianza, ni que se entregara la carne de un pariente aun individuo de color quebrado”(íd:38).  Ogé apenas ve la habitación advierte una ranura en lo alto de la pared y  pide ser llevado al otro lado de la misma. Le dicen que se trata de un pequeño espacio donde están cosas en desuso entre plantas crecidas en el abandono, muebles rotos. Ogé insiste y la sorpresa fue para todos, apenas abrieron una puerta azul:
“sobre dos largos canteros paralelos crecían perejiles y retamas, ortiguillas, sensitivas y hierbas de traza silvestre, en torno a varias matas de reseda, esplendorosamente florecidas. Como expuesto en altar, un busto de Sócrates que Sofía recordaba haber visto alguna vez en el despacho de su padre, cuando niña, estaba colocado en un nicho, rodeado de extrañas ofrendas, semejantes a las que ciertas gentes hechiceras usaban en sus ensalmos: jícaras llenas de granos de maíz, piedras de azufre, caracoles, limaduras de hierro. C’est-ca, dijo Ogé. (…) Es probable que hayamos dado con la razón del mal“(id:39).
Las arranca y las quema. Ogé, procedía de Saint-Domingue y tendrá un lugar protagónico en la revuelta de esclavos negros, la única lograda y la primera que inscribió en la gran historia un acto de independencia del mundo colonial al final del siglo XVIII. Este galeno negro les dice a Carlos el hermano mayor y a Sofía, la hermana escéptica, que esa planta estaba consumiendo la energía del cuerpo del enfermo sin que nadie se diera cuenta.
“Cada ser humano tenía un ‘doble’ en alguna criatura vegetal. Y había casos –según Ogé- en que ese ‘doble’ para su propio desarrollo, robaba energías al hombre que a él vivía ligado, condenándole a la enfermedad cuando florecía o daba semillas”(id:39).
Las plantas y el busto de Sócrates formaban una ofrenda que Remigio un empleado de la casa hizo con mucho empeño como luego enojado revelara
“…el caisimón aclimatado con enorme trabajo, que servía para curar todo lo que dañaba las entrepiernas del hombre, cuando la aplicación de sus hojas se acompañaba de la oración a San Hermenegildo, torturado en sus partes por el Sultán de los Sarracenos”(id:40) y confesó que esa planta no la quiso tomar el padre de los tres hermanos que andaba más ocupado en meter mujeres a su casa hasta que el vigor lo abandonó mortalmente encaramado en una hembra, mientras Carlos, el mayor, andaba trabajando en el campo, Sofía en el convento y Esteban consumiéndose en su habitación.
Carlos se dirigió a donde se encontraba el hermano y para su sorpresa ya podía respirar, regresaba el color a las uñas y los huesos parecían haberse acomodado. Sofía al intentar extenderle un sobre con un pago, el médico rechazó. Hecho que no ayudó a menguar la consternación causada por la confesión de Remigio y el hasta ese momento sentimiento no develado de “nunca haber amado a su padre, cuyos besos oliente a regaliz y a tabaco, desganadamente largados a su frente y a sus mejillas cuando se la devolvía al convento después de tediosos almuerzos dominicales, le habían sido odiosos desde los días de la pubertad”(id:42).


Es iluminante este fragmento del relato de Carpentier en  El siglo de las luces que nos descubre el carácter rizomático del mal… que hace que estos cuerpos se tejan, muten, el de Esteban, el de Berta. Lejos de ser el “síntoma” familiar, esto es, que condensen y desplacen el malestar del grupo primario, son cuerpos afectados por dicho ´estar mal’, que los conecta capilarmente con la situación en lugar de quedarse solo en calidad de receptáculos, pues al serlo, permiten también que circule.  Cuerpos que se disponen a ser recipiente/conductor: cuerpos/termómetro/vegetal.

Si somos consecuentes con esta lectura de secuencias que no guardan ninguna ordinalidad ni urdiembre oculta: el tan llevado y traído “no dicho” que convoca a la voracidad de la interpretación. Entonces podríamos detenernos en aquello que sacude a Sofía. En la confesión de Remigio “torpe revelador de algo que ella sospechaba desde hacía tiempo, haciéndola despreciar la miserable condición masculina, incapaz de llevar la digna y quieta unicidad de la soltería o de la viudez”(id:42).
En un primer acercamiento podríamos aderezar la propuesta de Kristeva (2000) al introducir lo abyecto que “nos confronta con esos estados frágiles en donde el hombre erra en los territorios de lo animal”, allí donde el lenguaje, su autonomía, incorporaría la diferencia, acto violento y torpe ante el acecho del regreso al cobijo de un “poder tranquilizador como asfixiante”, el poder materno. Es el grito por un padre, por la entrada del mundo simbólico. ¿Habrá solo un mundo simbólico?
Lo que desprecia Sofía, el territorio de la abyección de Kristeva, de ello hace el Marqués una virtud y coloca a Julieta en el camino de la amante verdadera del mal: “…no sucumbir (de nuevo) a las tentaciones de la virtud; no debes permitirte jamás llevar a cabo una acción que sea beneficiosa para tu prójimo”(Sade, 1985:80), ¿no es acaso esta consigna la introducción de un simbólico, justamente el simbólico más conocido, el del desplazamiento, el de la metáfora, el de los giros retóricos? ­No es otra cosa lo que se lee en el diálogo de Julieta con el verdugo Delcour
-       “¿Qué es exactamente lo que deseáis saber, señora?
-       La visión de la sangre… los gritos de agonía… el sonido del hueso que se rompe contra el hueso… todas esas cosas ¿os proporcionan algún placer?
-       Por supuesto que sí. Nadie sería verdugo si las condiciones de la tarea no se prestaran a disfrutarlas.
-       Entonces ¿diríais que toda pasión sexual puede ser aumenta y alimentada por el crimen?” (id:114)
Pero recuperemos un punto que no tiene que ver con este simbólico, quizás sea otro, justo aquel que también es tocado por el desprecio de Sofía que no tiene que ver con la entrada violenta y torpe destacada por Kristeva, un simbólico que pueda confirmar lo que no se espera de él. La entrada de un tercero ni violenta ni rechazada que como hemos visto, abreva de la misma fuente metafórica, retórica. Un tercero advertido de su lugar y que simplemente confirme una diferencia. Es decir, un tercero no operario de nada, sino ubicado en un lugar que permite la cuenta de tres.
Casi al final del Quinto Libro de Julieta, aparece en escena el padre convertido en mendigo que le ruega una ayuda. Junto con sus amigos del mal Saint Fond y Noirceuil urde un parricidio después de un acto incestuoso
-       Amado padre –le dije-, ¿perdonareis esta acción? Me veo obligada a mataros.
-       Vil criatura –contestó suavemente-. ¿Acaso crees que no me he percatado de esta comedia? ¿Crees que no me doy cuenta de lo que está sucediendo? Está bien, mátame si es eso lo que tienes planeado hacer; pero evítame tener que presenciar tu pobre histrionismo.
-       Ah, papito –dije, sintiendo por un momento verdadera tristeza-, solo cuando te enfrentas a la muerte comienzas a hablar como un hombre. ¡Qué lástima! ¡qué vergüenza! –Entonces las comisuras de mis labios se elevaron casi automáticamente en una sonrisa-. Jódete, papito. –Y tiré del gatillo.
Lo que queda destacado por Julieta y posiblemente, por Sofía, es no precisamente el padre, en todas sus posibles versiones, sino simple y llanamente, un hombre, un cuerpo que introduce un tercer elemento sin serlo todo el tiempo.


Puntual cada mañana Berta recorre el largo y oscuro pasillo del Hospital Parcial, donde se internan medio tiempo, medio día... media vida. Participan en algunas actividades durante la semana y de esa manera el retorno al paisaje familiar es paulatino. La mayoría de los internos, particularmente sus familiares toman este tiempo no solo como un apoyo en ese regreso a casa, sino el apoyo mayor en cuanto a los medicamentos pues el hospital se hace cargo de ello y de la alimentación. Berta camina lento, cojea, sin embargo el paso es seguro, firme. Saluda a quien encuentra a su paso y si aprecia un gesto de molestia o seriedad hace una pregunta: ¿sabe quiénes se enojan?  Luego de dos o tres respuestas, se ríe y agrega… los árboles… en otras ocasiones dirá… los cuadernos… También en este otro paisaje no abandona el lugar que suele tomar su cuerpo/termómetro, es más, ella se encarga de calibrarlo.

Nos recuerda Lorenz cuán delicado sería el aislar a la agresión, ese pretendido mal.
“No sabemos en cuántos y hasta qué punto importantes modos de comportamiento humanos entra la agresión como factor motivante, pero opino que deben ser muchos. El aggredi en su sentido original y lato (el afrontar las situaciones o abordar los problemas, el amor propio o el respeto por sí mismo, sin el cual no se haría casi nada, desde la rasurada diaria hasta las más sublimes creaciones científicas o artísticas)…

Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Rimbaud

y es probable que todo cuanto está relacionado con la ambición, el afán de escalar puestos o subir de categoría y otras muchas actividades indispensables, desaparecerían de la vida humana si se suprimieran las pulsiones agresivas. Del mismo modo desaparecería también algo importante que es propio y exclusivo del hombre: la risa” (Lorenz, 1980:313).

-       Queremos que nos conteste a unas preguntas, Berta. Y así, tener completo su expediente.
-       Claro, cómo no…
-       Cuéntenos un poco de su familia…
En ese momento Berta interrumpe la entrevista que le hace un compañero psiquiatra, serio vestido en su papel de galeno sabio… le extiende la mano y le ofrece unos dulces que sacara de su bolsa con mucho cuidado, él, le quita la envoltura y se lo pone en la boca. Después, de otro lugar de la misma bolsa toma otros dulces y hace lo mismo conmigo. Continúa la entrevista. El psiquiatra hace unos gestos extraños, parece que el dulce elegido no tenía buen sabor, o bien, no era de su gusto. Berta que adoptara también un tono serio en las respuestas que daba, cambió de semblante, con una sonrisa e inquietud le preguntó
-       ¿Salado? o ¿purgante? – El hombre salió apurado del consultorio y Berta lanzó una carcajada de la broma que acababa de realizar.
Broma que no hacía otra cosa que mostrar la iniquidad de una entrevista, una más, después de tantos años, las mismas preguntas, el mismo formato, la seriedad, la bata blanca…

Berta cuerpo/termómetro su método/sagrado mal, le permite medir el nivel de presión del lazo social en el que transita, el nivel ironía que devela la situación. Muestra tener la habilidad de ejercer una sensibilidad que en ocasiones la desborda y, aun en esa circunstancia, o mejor dicho, es en ella que la herramienta de medición se afila más. Quizás podríamos decir que, al contrario de la idea generalizada en el paisaje hospitalario/académico, cada crisis/ataque llevaría a ese cuerpo a un deterioro, cada evento corporal no es sino una vía de tramitar, de poner en circulación lo enrarecido del paisaje microsocial. El mal, el sagrado mal, desterritorializa ese cuerpo en termómetro, a la vez que reterritorializa el mal en un acto social.

México DF, 1992/2015


Bibliografía

Carpentier Alejo (1979) El siglo de las luces, Editorial Letras Cubanas, La Habana.
Kristeva Julia (2000) Poderes de la perversión, S.XXI, México.
Lorenz Konrad (1980) Sobre la agresión: el pretendido mal, S.XXI, México.
Rimbaud Arthur (1997) Una temporada en el infierno, Ediciones Coyoacán, México.
Sade Marqués de (1985) Obras Completas, II t. Edasa, México.