jueves, 17 de diciembre de 2009

Seminiario: el psicoanálisis, una lectura de la inutilidad

Hoy 16 de diciembre iniciamos la primera sesión del seminario.
La vía posible es la de la lectura. Lectura de textos, lectura de imágenes, lectura del cuerpo. Hacer de alguien algo que lea.
¿Qué hace eso que recibe aquello que alguien dice decir?
¿Cuál es el lugar de la pulsión de muerte?
Vaya relación en un primer giro de la palabra que hace constreñir el interés de quien se acerca al psicoanálisis en aquello que devela el campo de su inutilidad.
¿A quién está destinada la lectura del psicoanálisis?
¿A los profetas? Freud se coloca como un descendiente de Moisés. Descendemos más, junto con Freud, claro, y he ahí los demás, digamos aquellos que en ese abismo encontramos razones para no rechazar lo que la nueva episteme descubre.

El psicoanálisis aporta tantas cosas nuevas, y entre ellas tantas que contradicen opiniones consabidas y sentimientos hondamente arraigados, que esi uno suspende el juicio y deja que el psicoanálisis como un todo lo impresiones, quizá llegue a la conviección de que aun eso nuevo indeseado merece conocerse y es indespiensable si se quiere comprender el alama y la vida de los hombres.

un lugar para la inutilidad

A diferencia de las disciplinas médicas y hoy en día del abanico de opciones terapéuticas, cuyo inicio está marcado por aquello que se llama optimismo y el desvanecimiento de las dificultades de toda técnica a favor del éxito del tratamiento, cuestión de mercadotecnia a fin de cuentas.
El psicoanálisis abre un camino diverso

cuando tomamos a un neurótico [o bien, quien se localice en esta posición] bajo tratamiento psicoanalítico procedemos de otro modo. Le exponemos las dificultades del método, su prolongada duración, los esfuerzos y los sacrificios que cuesta y, en lo tocante al resultado, le decimos, nada podemos asegurarle: eso depende de su conducta, de su inteligencia, de su docilidad, de su preseverancia.

Era 1916. Ahora ¿cómo dar lugar a la inutilidad? El reto quizás sea el inventarla. Los medios, el mercado, la velocidad, la bioquímica, las religiones, la han desvanecido hasta su borramiento.
El análisis, el arte, la experiencia de la locura parecen haber quedado en tanto reserva de aquello que sin embargo la posibilita.

Dos novelas para iniciar con la preparado de la vía de la invención:

La muerte de Ivan Ilich de León Tolstoi (varias ediciones, incluso en pdf)
Vivir para contarla de Gabriel García Márquez, México, Diana, 2002.

Próxima reunión miércoles 13 de enero de 2010 a las 19.30
Tlaxcala 31-4, Roma Sur, Cuauhtémoc, DF
A cargo de Alberto Carvajal
Tel. 52647200
Cel. 5452149
Duración: 10 reuniones quincenales (miércoles de semanas pares de cada mes)



21 de enero de 2009

El milagro de la cuerda (no apto para cuerdos), la posibilidad de la escritura.
Qué hace eso que recibe aquello que alguien dice decir? A la vuelta de la esquina, el recurso del cual el psicoanálisis, que no deja de estar a su medida, aquel que no responde a una espectativa esperanzadora de la eficacia, una cara más del cinismo, aparece en la acción más radical, nada.
Respuesta ante una demanda que ella misma agota toda posibilidad que pretenda colmar su espectativa. así, si es nada, devela el cese de toda humanidad que el humanismo se encargó de enarbolar hasta su frenesí. Nada, a condición de que la escena siga en el campo del Otro.
La formación de analista, si algo permite, es el sostenerse en un lugar desde el que toda eficacia humana quede resignada. Al psicoanálisis le concierne la formación de las religiones, y así se aparta de convertirse en tal.
Nada, el marco preciso que otorga a lo inaudito la posibilidad de transcribirse en historia.

Ni mi madre ni yo, por supuesto, hubiéramos podido imaginar siquiera que aquel cándido paseo de sólo dos días iba a ser tan determinante para mí, que la más larga y diligente de las vidas no me alcanzaría para acabar de contarlo. Ahora, con más de setenta y cinco años bien medidos, sé que fue la decisión más importante de cuantas tuve que tomar en mi carrera de escritor. Es decir: en toda mi vida.

La candidez de aquello que no se espera, pero que tampoco hay ninguna razón para permitir que no ocurra. He ahí una apuesta analítica. La medida del tiempo, una vida que brilló en contarla, no se agazapa en ninguna tierna angustia; la palabra, continuará, preciso es decir, menos mal, a pesar de los cien años de soledad, y en todo caso, gracias a los dos días. Cada fragmento, cada espacio menor es iluminado; de allí vemos aparecer una red de nombres y cuerpos que hacen posible en su armado la invención de una subjetividad, un nombre.

Por otro lado, desde la experiencia de una vida minada por palabras lanzadas en un afán de precisión científica, está la experiencia de una pregunta amanecida en el declive de un cuerpo: cómo toman los discursos aquello que los inauguran y de lo cual prefieren tomar distancia: la vida y la muerte. Examen minucioso, doméstico de lo que se rehusa a dar lugar y de lo que parece no haber palabras, la experiencia extraña, furibunda hasta la nausea. Es ese el lugar para lo que habita y respira en cada cuerpo? Cuál es sino el actual combate de la muerte, la muerte misma, su negación, en toda su hipocrecía?

De nuevo empezaron las auscultaciones, los cambios significativos de palabras, en su presencia o en la pieza contigua, sobre el riñón y el apéndice: siguieron las pregunatas y respuestas con aspecto grave, en lugar de plantear la pregunta esencial sobre la vida o la muerte, que era lo único que interesaba al enfermo...

En ese horizonte donde se producía un ambiente de muerte, aparece una demanda, como toda demanda infantil, una demanda de amor. Una demanda de amor a la vida y a la posibilidad de vivir la muerte. He ahí la cuestión de toda tragedia: cómo se vive... la muerte.

Lo que queda es la palabra, un sonido más, un canto más.

Bibliografía propuesta para la próxima sesión 28 de enero 2010:

Conferencias de introducción al psicoanálisis (sobre todo: 1ª, 5ª y 6ª) S. Freud
La agresividad en el psicoanálisis J. Lacan