miércoles, 16 de marzo de 2016

La intervención comunitaria intervenida

Resumen

El presente texto revela los fragmentos de una inédita intervención ocurrida en el marco de un Proyecto de Investigación: Las esquizofrenias, un campo paranoico de las psicosis. Intervención que, a más de una década de haberse iniciado, muestra una transformación/intervención/desmontaje en sus propios postulados, es decir, en el registro de un supuesto devenir doméstico-social de las historias subjetivas sufrientes. No es por lo tanto, nuestro propósito construir una crítica social de este andamiaje singular, tan caro a los espacios académicos. Esta vez nos descentramos de esa avenida y tomamos diversos senderos adyacentes que nos permitieron, quizás, desmontar inicialmente nuestro propio acto colonizador y dejarnos guiar por la ignorancia y entonces observar/intervenir/desmontar algunos dispositivos de poder allí, en el terreno singular y nimio de su eficacia. 


Palabras clave: dispositivo, infancia, locura




La intervención comunitaria intervenida
notas para  una clínica menor

Alberto Carvajal
carvajal@correo.xoc.uam.mx



La locura impacta...

Partamos de una premisa. La locura, la experiencia de la locura, impacta, afecta al microespacio social donde se devela. Impacta y con ello no hace más que confirmar lo que Auguste Comte escribía en 1822: la desviación, decía el, muestra la fisura de la estructura social, dicho de otra manera, la desviación, la locura, nos alerta, nos advierte de las dificultades en el hacer lazo social. La consigna tan llevada y traída  en nuestros días: “hagamos comunidad” inadvierte con un cierto desdén un imposible que Lacan subrayaba con casi un grito: no hay relación sexual, no hay unidad, no hay síntesis final, hay conflicto, pugna, en fin… lucha de clases, diría el alemán desde la perspectiva de otra episteme. 

Podríamos incluso estar en condiciones de pensar que ya no se trata de la oposición yo - otro…

Una vez que comprendamos que el yo no existe, no pensaremos que el yo puede ser feliz o que nuestro deber es hacerlo feliz. Llegaremos a un estado de calma. Borges

ni la otra oposición, loco - no loco, incluso podríamos animarnos a pensar desde otra arista, la cuestión del sujeto. Regresaremos a este territorio no-menor, con una propuesta menor, más adelante.

 Así, pasamos por alto lo delicado de este hacer lazo, en él están convocadas las pasiones. Quizás era por ello que exclamaba Freud (1989) en su Interpretación… Flectere si niqueo supero, Acheronta movebo. ¿De qué está hecho el mentado lazo social? De amorodio, de destrucción, de guerra… también de solidaridad que no es otra cosa que un conjunto de identificaciones, territorio atravesado a su vez por lo que Konrad Lorenz fraseo a propósito de la agresividad, ese pretendido mal (Identificaciones que van desde una cierta matriz: madre-hija; padre-hijo o sus combinaciones cruzadas ya sean tiernas o despreciables), lazo hecho de rechazos, de frustraciones, de solidaridad, complicidad, etc. Cada uno de estos fragmentos, fractales infinitos, muestran sus dificultades/fisuras/imposibles y también las infinitas vías de solución, de pasaje… he ahí lo inasible de esta experiencia que mal puede reducirse a un miserable compendio/bestiario/tratado/manual…

Podríamos decir que de esta experiencia, de la locura, de su develamiento/eclosión, hay un previo anuncio de que ‘algo no anda bien’, o como decía Erna, la de Melanie Klein (1987:53), “hay algo que no me gusta de la vida” que, es semejante a aquella confesión inaugural de la experiencia de Schreber, el Presidente del Superior Tribunal de Leipzig, que hiciera sin más, sin que fuese registrada por nadie, ni se inscribiera en ningún proceso simbólico, para bien o para mal, no hay ningún juicio a propósito de la tal confesión; solo más tarde, a fuerza de oradar el simbólico, Schreber le atribuye un proceso al que incluirá su cuerpo, o mejor dicho, al que su cuerpo se verá sometido y es el que realiza el ‘fuera de surco’ simbólico, que no es otra cosa que hacerle un surco simbólico al real. Freud apunta al respecto: “le sobrevinieron algunos sueños, pero solo más tarde se vio movido a atribuirles significatividad”. Ese “se vio movido…” es la acción corporal de la que Schreber no podía ni pudo sustraerse. Sueño que ahora podríamos leer como una demanda corporal, una demanda del real cuya simbolización resultaba para el mismo Schreber inadmisible: “la representación de lo hermosísimo que es sin duda ser una mujer sometida al acoplamiento” (Freud, 1990:14). 

Antes de su llegada con Klein, Erna afectó a eso que hemos dado en llamar, familia, particularmente a su madre, aquella mujer que es advertida/afectada por la excitación de su hija de apenas seis meses de nacida, cuando al limpiarla rozaba sus genitales y su ano. Afectó/alertó también un segundo micro espacio: la escuela. Erna no podía aprender. Así, fue llevada con Klein quien lee en los juegos de la niña, territorio donde la analista no se colocaba sino como un objeto lúdico más, aunque a la postre no cualquiera sino uno que registraba/observaba/leía aquello que Erna mostraba. El juego no representaba la relación con la madre, la intervenía. 

Schreber fue llevado a la clínica de Flechsig, donde fue diagnosticado, vigilado, castigado, recluido. También él optó por el juego. Puesto que las palabras le eran inaudibles, ¿para qué hablar si no hay quien pueda escuchar?, o mejor aún, inspirados en Foucault y el canto, ¿para qué hablar si sus notas no podrán leerse en ningún pentagrama? Si los sonidos no llevan al interlocutor a ningún pliegue más que a las páginas de un Manual. Optó por el juego. Por la sopa de letras, por la escritura y así, escribió sus memorias/diagramas que le permitieron salir del manicomio y regresar a la Presidencia del Tribunal Superior. Optó por el juego con su cuerpo, mutó las sábanas en vestidos, la camisa de fuerza que constreñía sus movimientos, en un corsé con el que esculpió en su cuerpo, una silueta femenina.
He ahí, una vez más el juego -no representación, no se trata de un acto simbólico, sino una intervención en el real del cuerpo. 

El escrito de Schreber es reconocido por Freud y ubicado en un paralelo a su propia teoría de la libido. Si la locura impacta es por nuestra inadvertencia de lo que el lazo social implica. Es en ese delicado horizonte que Schreber escribe y Freud alcanza a leer y confesará:

“Como no temo a la crítica ni me horroriza la autocrítica, tampoco tengo motivo alguno para evitar una semejanza [la que expone Schreber] que acaso perjudique a nuestra teoría de la libido en el juicio  de nuestros lectores. (…) Queda para el futuro decidir si la teoría [la suya, la de Freud] contiene más delirio del que yo quisiera, o el delirio [de Schreber], más verdad de la que otros hallan creíble” (Op.cit., 1990:72).


Después del impacto… su escritura

A falta de ojos para mirar lo que aún no se inventa, cómo escuchar/leer aquello que está teñido de lo que Bachelard llamaba, resistencia epistemofílica?, es decir, del ejercicio de un anagrama de infinitos ‘odios’… a la diferencia, al tan llevado y traído ‘otro’, otro que es yo, en el verso de Rimbaud. O bien, ¿cómo escuchar /leer, si lo que es dicho/escrito, está en la fisura de la colonización del lenguaje? Escribir una ‘arqueología del silencio’ podría ser la declaración del abandono de la locura a la norma, a la promoción de la ‘tranquilizadora’ razón cartesiana, al silencio del Logos pre-socrático/aristotélico/aristocrático. Podría ser la firma de la boleta de desahuciado. ‘Los locos están curados de lo que nosotros estamos irremediablemente (podríamos decir, deshauciadamente…) enfermos… de la inteligencia’. 

El espacio microsocial que intervenimos es la vida manicomial. No se trata de un hospital psiquiátrico, eufemismo de lo que fue un nombre preciso: manicomio. Así, se trata de un lugar donde eso, la vida, bulle, se mueve, suena, se muestra… e intentar, cual pincel de Van Gogh, registrar ese furibundo movimiento cual locomotora, aquello que permite avistar en lo que está cada uno de sus habitantes. Intervenir la vida manicomial es intervenir un escenario donde unos cuerpos están sometidos por actos antiguos descritos en expedientes clínicos y recordados como anécdotas en las memorias blancas de otros cuerpos añosos vestidos de batas blancas. Actos extirpados, arrancados de sus tejidos orgánico-sociales, de los intersticios domésticos secretos/indecibles/gritos a voces/performance de fractales microsociales e injertados en otros, asépticos, diáfanos, policiacos… los Tratados de Psiquiatría serán leídos en un tiempo porvenir como los Tratados Amorosos de la fina orfebrería del odio. 


El registro

Dónde registrar? Qué registrar? Nuestra propuesta convoca a estudiantes de los últimos trimestres o semestres (un proyecto de Servicio Social, adjunto a uno de Investigación: Las esquizofrenias, el campo paranoico de las psicosis (aprobado en la DCSH), se presentó en la UNAM hace más de una década) de varias disciplinas: psicología, sociología, filosofía, artes plásticas, diseño, musicología… al que se incorpora el grupo de octavo de la licenciatura en Psicología de la UAMX.
De tal manera que no se restringe el registro a un cierto aparato ‘psi’; así, si el propósito inicial fue el reconstruir historias de vida, de no-vida, de abandonos, de excesos… Conviene ubicar que en ese horizonte no estaba la intención/vigilancia/control/meta de ningún afán de mejoría, de enseñanza a ser mejores o peores o normales (al respecto nos adscribimos al comentario que Piera Aulagner hiciera en una clase del Seminario de Lacan: neurosis, psicosis y perversión, son las tres presentaciones de la normalidad), ninguna pretensión de rehabilitación, de autoestima… consideramos que estas prácticas no dejan de colonizar, orientados por cierta misión/compasión, la diferencia, mejor aún, las diferencias. Decíamos que si bien esa era la intención inicial, una reconstrucción testimonial de cada cuerpo, de cada persona, con uno de ellos… en lo que desenlazó nuestra intervención fue en hacer mapas: cada cuerpo es un fragmento, una pincelada del paisaje del que no solo forma parte, sino que su cuerpo es una agencia que hace paisaje. Y es de esa ejecución, de ese performance anti-histórico que el paisaje se muestra y hace conexión con otras épocas, no para explicar el devenir de la patología, sino el proceso que subvierte, en el que se produce una resistencia, no se trata entonces de ‘entender’ al ‘sujeto enfermo’, ni de dar un lugar a su sufrimiento, de lo que se trata es de registrar el pliegue que destaca en un fondo de miseria que se ve subvertido. 
Martín, la inutilidad que su hacer muestra, estalla el propósito de la creación del hospital al que llegó después de estar en el Manicomio General La Castañeda. En este sentido viene bien la cita de un fragmento de las Crónicas de Indias que escribiera el Inca Garcilazo: “…y no es de maravillar que se mezclasen yerros graves, pues en los más estirados de los legisladores y filósofos se hallan, aunque entren Licurgo y Platón en ellos. Y en las más sabias repúblicas como fueron la romana y la ateniense, vemos ignorancias dignas de risa, que cierto que si las repúblicas de los mejicanos y de los incas se refiriesen en tiempo de los romanos o griegos fueran sus leyes y gobierno estimado. Mas como sin saber nada de esto entramos por la espada sin oírles ni entenderles, no nos parece que merecen reputación las cosas de los indios, sino caza habida en el monte y traída para nuestro servicio y antojo” (Garcilazo, 1829:81).

Así, con varios lentes disciplinarios, y de alguna manera con ninguno, advertidos de la risa que ciertos conocimientos nos pueden desorientar, ya sin espada y con un inmenso respeto, más sin ningún acartonamiento academicista que bien opera para salvaguardar el miedo a los desconocido, o bien, descubiertas varias espadas e infinitos acartonamientos,  nos acercamos a esa vida manicomial. Sin embargo, tampoco esto es suficiente y entonces ocurre lo inesperado, nos descubren sus sonidos, sus cuerpos, sus gestos, sus silencios, sus invisibilidades… nos descubren con miles de espadas al acecho, con infinitos acartonamientos clasificatorios, jerárquicos, moralinos, devaluantes, apabulladores, nefastas pantallas de nuestros miedos. 
Y nos damos cuenta que la Historia de la Locura desde la época clásica se injertó en nuestros cuerpos, sentires, pensares; si bien la Historia habla de la oscuridad de la civilización, no hace sino colocar antorchas desde y a la razón y nos descubrimos sus vigías, su policías. No es posible hacer borrón y cuenta nueva de semejante atropello que lleva la edad del Nuevo Continente, sin continente. No se trata de amar, en un nuevo romance, la diferencia, el otro, la otredad… que no es más que una forma de expurgarla. No es más otro, no es más yo… aunque la vida urbana lo promocione hasta su frenesí. Quizás de lo que se trate es… de la cartografía de un paisaje, del paisaje de la multiplicidad.Veamos algunos fragmentos de esta cartografía en dos momentos. El primero a propósito del Proyecto mencionado y otro, absolutamente inédito, realizado en la práctica modular que corresponde al séptimo trimestre.


La turgencia de lo inesperado 

Luego de un tiempo de organizar un taller de pintura en un llamado así, hospital psiquiátrico, donde una mujer combinaba con singular maestría los colores al tacto de las diversas crayolas de las que disponía y lograr una composición extraordinaria de matices. Le pide a Marina, otra mujer que coloreaba una hoja con dibujos hechos ex profeso, uno de sus trabajos para una exposición, no, no puedo dártelo. Le propone entonces que se lo vendiera, y Marina arremete, no, no podrás pagarlo, vale mucho, imagínate, quien hace estos dibujos es un artista reconocido y los envía para que los coloreemos, así, vale demasiado. Al final de la clase, la maestra encargada por parte del hospital, hace una rápida selección. Algunos trabajos de Marina son depositados en el bote de basura. Ella lo ve, sin embargo, su trabajo tiene un valor incalculable. 

Una mañana llega la joven estudiante de Artes Plásticas y se encuentra con otra de las mujeres que asisten al taller quien la recibe con una pregunta: 
- qué harías si te encuentras sola en el mundo?
- silencio… (sin poder ni siquiera hacer un sonido… ningún pincel a la mano ante ese lance de puro gris…)
- yo…(continúa la mujer) me moriría…
- silencio… (intervenida su llegada, su cuerpo con semejante respuesta, seguía sin poder decir palabra) - yo… estoy muerta y sin esperar más, se dio media vuelta y se fue. 
Gabriela, la joven estudiante de Artes Plásticas, egresó de la UNAM al realizar una video-instalación con las obras del taller e inspirada por una pregunta que muestra la más acabada experiencia del abandono, de vivir el abandono… muerta. 

A propósito del yiddish, dice Kafka, que no se puede entender “sino ‘sintiéndolo’ con el corazón” (Guattari-Deleuze, 1983:42). 

En esa misma veta me encuentro al platicar con Consuelo. De pronto una frase rompe el esquema de la representación simbólica y descubre el cuerpo al desnudo. Después de hablar de unos hermanos que no la visitan hace ya tiempo dice: “…aquí vivimos, a no querer, vivimos aquí”. De qué está hecha semejante frase? Tolstoi no dudaría en reconocer la voz de Ivan Ilich pronunciándola. Vivir la muerte, vivir el no querer vivir. Sin embargo, no es Tolstoi, es Consuelo que llegó al hospital granja proveniente del Manicomio General La Castañeda. Más de medio siglo (tiempo breve, sin embargo!) preparó a ese cuerpo para una intervención que logre un desenlace sonoro inesperado.
Y, at last but not least, un dibujo, mejor aún, un mapa, una cartografía realizada por Santiago en el cuaderno de Jesús, un estudiante de sociología de la UNAM. En medio del mapa, es posible leer un aforismo: “Nada diferente todo”.


Pabellón de niños
para un clínica menor

“Estamos fuera de la ley, nadie lo sabe, y sin embargo todo el mundo nos trata como si lo supiera” (Kafka, Diario, 17-22).

¿Qué de “niños” tiene el pabellón, llamado por toda la comunidad hospitalaria (Hospital Psiquiátrico Samuel Ramirez Moreno) “pabellón de niños”? ¿Cabe también preguntarse, qué entendemos en general cuando se habla de niños? ¿Cuál es el lugar que tiene este concepto en un hospital, en una universidad? ¿en un módulo llamado Desarrollo y Socialización? Convenía pues investigar y quizás aproximarnos, si bien no a respuestas contundentes, a un territorio que permita incorporar otras miradas, o quizás abrir uno, inventarlo, uno que genere, quizás, otra manera de intervenir, de leer, de conceptualizar, quizás…

En ese caminar nos encontramos con cuerpos, espacios ascépticos, trabajadores de la salud, estudiantes de psicología y literatura cuyo intento de clasificar, definir, ubicar un cierto devenir lineal histórico/libidinal/social deja precisamente a los cuerpos encontrados en calidad ‘restos’ de ‘cosas’ de ‘monstruos’ como le decían los médicos a Kenzaburó Oé, cuando fue a ver por primera vez a la clínica, al hijo recién nacido. 

“Parece que tiene dos cabezas” (Oé, 19898:90).

Cuerpos asistibles, cuidables, alimentables, limpiables, estudiables, clasificables… desechables. Cuerpos sin historia, sin familia… sin nombre. La mayoría llegó del Hospital Psiquiátrico Infantil Juan N. Navarro. Al que llegaron a su vez, cuando se cierra el Manicomio General llamado La Castañeda. Así, podríamos decir que son cuerpos que nunca dejaron de ser niños, o bien, no dejaron de ser infantilizados. Niños sin cuerpo… de niños; cuerpos a los que se les encerró en una eterna niñez, cuerpos neoténicos, cuerpos/axoltl.  Cuerpos sin infancia que recordar, o bien, expurgaron todo recuerdo, además… ¿para qué recuerdos que bloquean al deseo?

Me sorprendía musitando palabras de consuelo, transmitiendo pueriles esperanzas. Ellos seguían mirándome inmóviles; de pronto las ramillas rosadas de las branquias se enderezaban. En ese instante yo sentía como un dolor sordo; tal vez me veían, captaban mi esfuerzo por penetrar en lo impenetrable de sus vidas. 
 Julio Cortázar  Axolotl

Estos cuerpos hicieron de la infancia -instantes radicalmente desterritorializantes-, una vida. Una vida solitaria, una vida de orfandad detenida en la infancia, ajena a la adultez y sus apremios y a la posibilidad de reanimarla como marioneta reinyectándola de conexiones vivas. Sin recuerdos/foto aplastados por una sexualidad infantil. Cuerpos cuyas conexiones vivas están a flor de piel, silentes.

De la sexualidad infantil, Freud nos da una idea reterritorializante que por cierto, está en la intensidad baja de un recuerdo, en la foto, sin embargo …en sus actividades y pasiones es el tiempo más desterritorializado y desterritorializante, es el tiempo del Huérfano. 

Miguel es quien se acerca con ese caminar vacilante, da la impresión que las rodillas en algún momento dejarán de sostenerlo. Camina como si estuviera noqueado y está a punto de irse a la lona.
Miguel con ese andar logra, sin embargo, pasar por un espacio muy reducido y lo que sorprende es que a pesar de tener un caminar “torpe”, descodificada la motricidad fina, intervenida la psicomotricidad, logra salir de éste espacio sin golpear a nadie ni nada, a través de una ruptura del espacio y salir por el trazo de su propia línea de fuga en una “evolución aparalela” (Guatari-Deleuze, 1977).

Podríamos decir con Kafka quien define el arte de expresión sin referencia a ningún valor estético, sino a una máquina célibe …y por ello mismo tanto más conectada a un campo social de conexiones múltiples. (…) El célibe sólo tiene el instante. El es el Desterritorializado, el que no tiene centro ni un gran conjunto de posiciones. Solo tiene el espacio que pisa… (Guattari-Deleuze, 1983:103)

La fuga es “lo único que puede mantenerlo erguido sobre la punta de sus pies, y la punta de sus pies es lo único que puede mantenerlo en el mundo” (Kafka, 1975:17-22).

Es el silencio donde habitan estos cuerpos. Podríamos decir que se les han roto los recuerdos. Y la metáfora resuena en los recuerdos del lector y así, nos descentramos de la experiencia de estos cuerpos y nos vamos a la calca, a los estratos diáfanos de nuestros recuerdo, Freud mediante, y reterritorializamos sus gestos, su silencio en la vanidad de nuestros recuerdos y en esa aspiración de lo que ha devenido cada uno de nosotros. 

“Porque es de eso que la libido del niño se carga desde el principio: a través de la foto de la familia, un mapa entero del mundo”. (Guattari-Deleuze, 1983:22)

Un mapa de otros triángulos, de la burocracia, del sistema judicial. Los jueces, inspectores, burócratas, etc, no siguen la serie paterna, es el padre quien abreva su fuerza y frustración de estas instancias a las que se somete y exige al hijo que lo haga. Este es el reclamo del hijo al padre en su carta. Kafka advierte que no es liberándose del padre que el hijo encontrará una salida, sino encontrarla allí donde el padre fracasó. Más aún, no se trata de libertad, sino de una salida, o entrada, un corredor, una adyacencia. El reclamo al padre es que le obligue a doblegarse allí donde el mismo no pudo hacer otra cosa, allí donde él, no encontró una salida.

“Las potencias diabólicas solo ensayaban, con buen o mal resultado, entrar en nosotros, alegrándose sin medida de poder irrumpir en nosotros”. (Wagenbach, 1969:182)

Y entonces nuestra observación se torna autobiográfica. Dice Kafka que el espíritu burocrático es la virtud social que se deriva directamente de la educación familiar. Nos recluimos en el recuerdo/foto/calca familiar. El registro que hacemos entonces es de nuestras máquinas, si acaso índices maquínicos [*]. Dejamos de ver lo que se está mostrando con tal fineza. Cada cuerpo ya sea en silencio o en sonidos, lo que nos muestran es otra cosa. 
El diagnóstico de Retraso Mental… leve, moderado, grave… profundo, nos habla de la distancia que nos separa por la colonización del lenguaje en el que vive y caminan-inmóviles nuestros cuerpos. Miguel, Pepe, Belmont, Juan Carlos, Mario… se distanciaron, no de nosotros, sino del lenguaje y con él, del recuerdo, de nuestros recuerdos, nada que inventar, nada que simbolizar… ninguna infancia que contar… solo sonidos, gestos, sonrisas. Solo conexiones políticas, colectivas, desterritorializantes.



Protocolos de experiencia

Por lo demás no es la opinión de los hombres lo que me interesa, yo sólo quiero difundir conocimientos, solo estoy informando…  Kafka

Una vez adentro del campo, en el “Pabellón de los niños”, la experiencia tuvo un punto inaugural. Saludar a quienes lo habitan, la respuesta fue lo inesperado, no el silencio, sino un vacío ….quizás ninguno de los que estaban allí esperaba algo de nosotros, -este hecho también lo podemos ubicar hasta ahora con un poco más de claridad-, y tal vez fue eso lo que nos hizo sentir perdidos o expuestos a la incertidumbre. Pero nosotros insistimos con las palabras, en comunicarnos con el lenguaje en espera de que nos contestaran, los tocábamos para “hacerles saber que estábamos allí” como si de ellos dependiera nuestra existencia, ya que no sabíamos soportar el silencio al que nos enfrentamos y queríamos darle significado a lo que algunos decían [+].

“Sus limitaciones pueden ser también sus fuerzas. Su percepción (…) parece valiosa, precisamente porque transmite una versión del mundo, maravillosa, directa no conceptualizada” (Sacks, 1995:299)

Me acerqué a un cuerpo. Escuché que alguien lo nombraba. Lo saludé. 

En cierto sentido había esperado encontrarme con una persona relativamente normal, con ciertas habilidades y ciertos problemas, pero ahora tenía la sensación de estar ante alguien cuya manera de ser y de pensar era radicalmente distinta a la mía, casi ajena, que actuaba con una manera totalmente propia y que no podía definirse por ninguna de mis normas” (Sacks, 1995:19 ). Esa es la cuestión, “definir por mis normas” es reterritorializar, es atajar, ocluir las múltiples conexiones que el movimiento de manos de Ricardo muestran; o los gritos de Juan Carlos, atravesado su cuerpo por las intensidades de la máquina llevada a su límite de tolerancia/poder; o la lengua de Belmont que desmonta en un escupitajo al DSM (en cualquiera de sus versiones!); o el caminar nómada de Mario…

Escuchó su nombre y apenas se dio la vuelta y continuó en un movimiento con las manos que repercutía en todo su cuerpo depositado en una silla de ruedas. Una mirada, ese fue el contacto/respuesta/saludo…

“Si he dicho que no hay metalenguaje, es para decir que el lenguaje, eso no existe: no hay más que soportes múltiples del lenguaje que se llaman "La lengua" (Lalangue)”. (Lacan, 1977)

Llegó la hora de la comida. Las enfermeras los llevan al fondo del pabellón, a una pequeña estancia donde se encuentran mesas y algunas sillas. Las mesas sin-silla esperan a los comensales en silla de ruedas. Fueron acomodados y mientras hablaba con una enfermera me pidió que le ayudara a dar de comer a uno de ellos que esperaba ser asistido. Se trata de Mario, que no deja de emitir un sonido “se la pasa llorando, vamos a alquilarlo para los velorios” dice una enfermera. Empecé a ayudarle a comer, cesó el sonido y comió.

Mario camina y camina. Hace del horizonte un camino. Camina. Llegó a la puerta del pabellón. Se detuvo, estaba cerrada. Le propuse a quien estaba con él que avisara a la enfermera que iba a acompañarlo fuera del pabellón, Mario tenía la vista puesta en caminar.

“Mis paseos son lo único que tengo, y está dicho que eso debe bastar; pero por el contrario no hay todavía un lugar en el mundo donde no pueda pasearme” (Kafka, 1975:17-22).

Así, transcurrieron los momentos de práctica/intervención de las semanas subsiguientes. Cada una de ellas coincidieron con el horario de la comida. Entramos en la cuenta que en ese tan cotidiano y repetitivo, el de los alimentos, ocurre un montaje [^].

Gabriela, una estudiante, se encontraba en el comedor, se acercó a un cuerpo depositado en una silla de ruedas junto a la puerta de entrada, se puso frente a él. Quedó advertida por una voz-máquina, casi un grito…

“Belmont escupe” y que se podía manchar la ropa. Gabriela empezó a dar de comer a Belmont no sin antes oler la comida, probarla y decirle que comería puré de zanahoria. Se dio cuenta que él acomodaba la cabeza hacia atrás a fin de que la comida pasara sin más. Esto era muy extraño así que le mostró la manera en que ella le daría de comer. Cada bocado iniciará su recorrido en la lengua y de ahí pasará a ser deglutida. Vino una segunda advertencia. “Belmont sólo come la mitad de sus papillas”. Gabriela se dio  cuenta que al no escupir podía terminar su ración. Belmont sacaba la lengua, limpiaba sus labios y continuó comiendo. Al final, Belmont la miró, algo que no había hecho al principio tomó la mano de Gabriela e intentó levantarse y sostener más su cabeza. 

“El problema: de ninguna manera ser libre, sino encontrar una salida, o bien una entrada, o bien un lado, un corredor, una adyacencia” (Guattari-Deleuze, 1983:17).


…para una clínica menor

“…las cadenas de la humanidad torturada están hechas con papel de ministerio” (Janouch, 1969: 87).
“La palabra no la veo, la invento” (Kafka, 1975:26).

Propone Kafka una literatura menor, que no es otra que aquella que se hace dentro de una lengua mayor por una minoría. Nos adscribimos a su propuesta. Realizar en el horizonte de una cierta práctica clínica que privilegia la palabra, es decir, la dimensión simbólica, la representación, la metáfora… 

“Las metáforas son una de las muchas cosas que me hacen desesperar en mi actividad literaria” (Kafka, 1975).

incluso aquella clínica cuyo propósito pueda ser el fortalecimiento de un yo…

“En cambio -dice el Buddha-, yo enseño a arrancar la flecha”. Qué es la flecha? Es el universo. La flecha es la idea del yo, de todo lo que llevamos clavado” (Borges, 1995:87).

en fin, realizar una experiencia cuya convocatoria sea construir una clínica que no privilegie nada, que no interprete, que no se guíe por ninguna etapa, que no realice la abstracción maquínica de nada, que no intente consolidar un yo; una clínica que se oriente por las líneas de fuga, por lo que no se entiende…

“Casi ninguna de las palabras que escribo armoniza con la otra, oigo restregarse entre sí las consonantes con un ruido de hojalata, y las vocales unen a ellas su canto como negros de barraca de feria” (Kafka, 1975:26).
Nosotros pensamos siempre en términos de sujeto, objeto, causa, efecto, lógico, ilógico, algo y su contrario; tenemos que rebasar esa categorías. Según los doctores de la zen, llegar a la verdad por una intuición brusca, mediante un respuesta ilógica. El neófito le pregunta al maestro qué es el Buddha. El maestro le responde: “El ciprés es el huerto” (Borges. 1995:94).

una práctica que realice el desmontaje de toda jerarquía. Una intervención que desterritorialice a la misma clínica… se trata de hacer una clínica menor. Aquella que sostenga los cuerpos en su desvanecimiento subjetivo…

“…ya no hay sujeto de la enunciación, ni sujeto del enunciado (…), sino un circuito de estado que forma un devenir mutuo, en el interior de un dispositivo necesariamente múltiple o colectivo” (Guattari-Deleuze, 1983:37). 

“Debo pensar ‘ahora es el mediodía, ahora estoy atravesando el patio, ahora me encontraré con el superior’, y al mismo tiempo debe pensar que el mediodía, el patio y el superior son irreales, son tan irreales como él y como sus pensamientos. Porque el budismo niega el yo.
Una de las desilusiones capitales es la del yo. El budismo concuerda con Hume, con Schopenhauer y con nuestro Macedonio Fernández. No hay sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales. Si digo “yo pienso”, estoy incurriendo en un error, porque supongo un sujeto constante y luego una obra de ese sujeto, que es el pensamiento. No es así. Habría que decir, apunta Hume, no “yo pienso”, sino “se piensa”, como se dice “llueve”. Al decir llueve, no pensamos que la lluvia ejerce una acción; no, está sucediendo algo. De igual modo, como se dice hace calor, hace frío, llueve, debemos decir: se piensa, se sufre, y evitar el sujeto” (Borges, 1995:93).

cuerpos sin historia/representación ni recuerdos/calca, cuerpos silentes por haber desarmado la estructura del lenguaje, cuerpos sin palabra, sin sujeto, cuerpos dispositivos de enunciación… [**]

“La letra K [de las novelas de Kafka] ya no designa un narrador, ni un personaje, sino un dispositivo tanto más maquínico, un agente tanto más colectivo cuanto que es solo un individuo el que se encuentra conectado a todo eso en su soledad” (Guattari-Deleuze, 1983:31).

“Por ello, no se trataría de representar a Sófocles, sino de hacer un mapa de Tebas; hacer una topografía de los obstáculos en lugar de luchar contra un destino (sustituir el destino con un destinatario)” (Op.cit., 1983:50).

Detengámonos en algunos fragmentos. Gabriela, se orientó por los movimientos de cabeza de Belmont, de cómo acomodaba su cuerpo para que el alimento simplemente ingresara a su estómago y convocar en ella otro movimiento: depositar/volcar alimento. La boca, lengua-plegada, el esófago y al final el estómago: fragmento de cuerpo máquina traga-alimentos conectado a otro  fragmento de cuerpo máquina dosificador-de-dieta. “Cuidado que escupe”, es el instante de desterritorialización… 

“La territorialización de la boca, lengua, dientes en los alimentos. Se desterritorializa al emitir sonidos… Hablar y sobretodo escribir, es ayunar” (Op.cit., 1983:33) A ello, podríamos agregar, que también se desterritorializa al escupir.

Línea de fuga por el cual descubre un cuerpo que suda, que se atraganta, que el alimento-no-pasa y entonces, de máquina (cooperador-a-la-hora-de-los-alimentos) traga-dieta muta en “Belmont escupe”, Belmont se mueve, Belmont-grosero, así convertido en un cuerpo-hospital-manicomio, un cuerpo-retrasado mental-no funcional, logra desmontar con un escupitajo el dispositivo maquínico… del que él, Belmont no es sino una pieza, un engranaje. Que el bocado inicie en la lengua y así deglutir, inaugura un cuerpo dispositivo maquínico, cuerpo dispositivo social de deseo,  cuerpo dispositivo colectivo de enunciación. 

Momento político-erótico. Interpela a la máquina dosificador-de-dieta, hace que exclame: “me escupió!” y en esa vestimenta blanca aséptica maquínica, está el “escupitajo” de Belmont que a la vez no es él. Belmont no sabría que decir si le preguntaran por qué escupió. Es el cuerpo-Belmont-escupitajo que se convierte en un dispositivo de enunciación, en ese instante desorganizado, revelador, ese cuerpo en toda su soledad de silla de ruedas se conecta al montaje en su conjunto: Pabellón de niños-psiquiátrico-infancia-clasificación.

Este evento repetitivo muestra tanto su carácter revelador, como una respuesta que lo oculta y lo lleva a la abstracción de una característica clasificatoria doméstica. He ahí la eficacia del poder/deseo horizontal.

“Cada segmento es poder, un poder al mismo tiempo que una figura del deseo. Cada segmento es una máquina,  o una pieza de máquina, pero la máquina no se puede desmontar sin que cada una de sus piezas contiguas se reconstituya a la vez en máquina, ocupando cada vez más lugar” (Op.cit., 1983:86). [***]

Por un lado, muestra un cuerpo que se atraganta al comer y escupe y, seguidamente, la reinstalación de un derivado doméstico de la clasificación: retraso mental-escupe. Pequeño detalle que no hace sino desmontar la máquina de la clasificación en su conjunto. Ésta no se aplica del DSM al cuerpo sufriente a través de un engranaje/intermediario: el médico. 

“El poder no es piramidal  como la ley quisiera que lo creyéramos, es segmentario y lineal, procede por continuidad y no por altura y lejanía (de ahí la importancia de los subalternos)” (Op.cit., 1983:85).

No es desde la mirada médica y su diagnóstico donde se realiza la clasificación, dosificación, prognosis; es en los espacios nimios, contiguos, en los microespacios,  en la microfísica del poder, en el comedor del Pabellón de los niños y a la hora diaria y sorprendente de los alimentos. 

Lo importante no es lo que sucede con la ley sino tras bambalinas, en los corredores… no en la tribuna, no en los espacios jerárquicos, sino en la contigüidad. 

La observación e intervención en un evento cotidiano en el que la máquina deseante funciona en su afán atrapador, le permitió a Gabriela en una intervención simple, hacer reconocible en un cuerpo la soledad en su radical conexión colectiva… 


…sin conclusión
tan solo… precipitación

“La literatura no es tanto un asunto de la historia de la literatura como un asunto del pueblo” (Kafka, 1975:184). 

Hacer una clínica de la no-cultura, de las glosolalias de Artaud, una práctica no del saber, sino de la ignorancia. Y en su registro recuperar la cartografía de una novela no-familiar, sino de las transformaciones, de las salidas múltiples, novela-madriguera-rizoma. Crear un devenir menor, colectivo, político y desterritorializante. 

Puesto que las máquinas colectivas y sociales realizan una desterritorialización/reterritorialización masiva del hombre, entonces conviene adelantarse hasta una desterritorialización molecular absoluta. ‘La crítica social’ es insuficiente, aun es territorialzante. Es mucho más importante aliarse al movimiento virtual, que ya es real sin ser actual… ser no tanto un espejo sino como un reloj que se adelante en un movimiento colectivo.

Si la literatura es cosa del pueblo, la clínica también lo es. La literatura menor está en condiciones de emitir nuevos enunciados. Una clínica menor estaría, quizás, en condiciones de producir nuevas intervenciones… intervenir la misma intervención, desterritorializarla.

Se trata, como diría Kafka, de agarrar al mundo, y así sustituir a las impresiones subjetivas por puntos de conexión que alerten a las posibles segmentaciones (la burocracia es deseo, y no abstracto, se realiza en tal y tal segmento: “hora de comer”, “hora de medicamentos”, “hora de terapia”, “hora de taller”, etc.) y se constituyan en series (la producción, proliferación, precipitación de series, permitiría una mayor conexión colectiva, ampliar la madriguera)… realizar una fotosíntesis políco-social.









Bibliografía

Comte Auguste (2000) [1822] Plan de trabajos científicos necesarios para reorganizar la Sociedad, Tecnos, Madrid. 
Borges Jorge Luis (1995) Siete noches, FCE, México.
Cortázar Julio (2010) Axolotl, http://blocs.xtec.cat/zaquizami/files/2010/12/axolotl1.pdf (consultado el 17/09/015)
Deleuze Gilles Guattari Felix (1983) Kafka por una literatura menor, Era, México.
(1977) Rizoma. Editorial Pre-textos, 1977.
Freud Sigmund (1989) “La interpretación de los sueños” en Obras Completas, v. IV, Amorrortu, B.Aires.
(1990) “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”, en Obras Completas, v.XXII, Amorrortu, B.Aires.
Garcilazo Inca (1829) Comentarios reales de los incas, t. 2, Imprenta de los hijos de Doña Catalina Piñuela, Madrid.
Kafka (1975) Diarios. 2 Tomos, Editorial Lumen, Barcelona (citado por Guattari-Deleuze, 1983) Lacan Jacques (1977) “Una práctica de charlatanería” en Seminario 25, Clase 1, (versión digital).
Klein Melanie (1987) “Una neurosis obsesiva en una niña de 6 años, en Obras Completas, v.2, Paidós, Barcelona.
Oé Kenzaburo (1989) Una cuestión personal, Anagrama, Barcelona.
Sacks Oliver (1995) Un antropólogo en marte, Editorial Anagrama, Barcelona.
Wagenbach (1969) La juventud de Kafka, Ed. Monte Ávila, Caracas. (citado por Guattari, Deleuze, 1983)

Documento

[+]El Samuel, un cadáver exquisito
Alumnos:
Calixto Zúñiga Amisadai Salvador
Fragoso Aguilar Gabriela Elvira
Guadarrama Pérez Gabriela Irene
Trejo Arizmendi Jonathan Giovanni
Séptimo Trimestre, Psicología
UAMX, 2015.


Notas de orientación…

[*] “….máquinas no solo son índices para un dispositivo más complejo que hace coexistir maquinistas, piezas, materias y personales maquinados… El deseo es polívoco, lo baña todo…
…a diferencia de los índices maquínicos y de las máquinas abstractas, las características del dispositivo maquínico… imponen, no interpretación, ni una representación social de Kafka, sino una experimentación, un protocolo social-político”  (Guattari.Deleuze, 1983:85-6).
“…en los cuentos, en los devenir-animales, no hay alegoría, sino índices maquínicos que se montan, que funcionan sin que se sepa cómo y también hay máquinas abstractas que ya están montadas: Ahora bien, sucede que la representación de la ley trascendente, con su cortejo de culpabilidad y de incognoscibilidad, es una máquina abstracta de este tipo” (Op.cit., 1983:72-3).

[**] “…un dispositivo de enunciación es un dispositivo maquínico de deseo. …una máquina nunca es simplemente técnica, es técnica solo como máquina social cuando apresa a los hombres y a las mujeres en sus engranajes… o cuando son sus engranajes, pero no solo porque forman parte de la máquina cuando trabajan, sino cuando no trabajan, en sus …actividades adyacentes, en sus descansos, en sus amores, en sus protestas, en sus indignaciones, etc..
…la máquina es deseo, no que el deseo sea deseo de la máquina …sino porque el deseo no deja de formar máquina en la máquina y de constituir un nuevo engranaje al lado del engranaje anterior, indefinidamente, incluso si estos engranajes parecen oponerse o funcionar en forma discordante. Lo que produce máquina, estrictamente hablando, son las conexiones, todas las conexiones que conducen al desmontaje” (Op.cit., 1983:118).


[***] “Finalmente, el dispositivo no equivale a una máquina que se está montando, de funcionamiento misterioso, ni a una máquina completamente montada, que no funciona o que ya no funciona: solo vale por el desmontaje que hace de la máquina y de la representación; y al funcionar, de hecho no funciona sino por y en su propio desmontaje” (Op,cit., 1983:73).